¿Cómo es posible que un padre que no haya tenido hijos pueda haber dejado tantos huérfanos? Pues la respuesta resulta muy fácil para cuantos conocieron a Manolo Dieste, una gran persona que ha dejado un gran legado de enseñanzas, de bondad, de generosidad, de lealtad, de entrega y, sobre todo, de calidad humana, y eso no es fácil de olvidar entre los que tuvieron el placer y la suerte de tenerlo a su lado. Cuando el lunes al mediodía sus verdaderos amigos fueron informados de que iban a sedarlo en el Clínico de Santiago no eran totalmente conscientes de que era el principio del fin, pero cuando pasadas las tres de la tarde les llegó la confirmación de su muerte no eran capaces de creerlo ni asimilarlo, y siguen sin hacerlo.
Lo dicen, sobre todo, porque él era vida y era capaz de darla por todos los que le rodeaban, pero nunca pensaron que sería la leucemia la que acabaría por llevárselo, de arrebatárselo con crueldad. Si, esa enfermedad de la que les dijo hace un año les dijo que le iba a tener aislado una larga temporada para plantarle cara. Muchas veces creyeron que la superaría con la fortaleza que le caracterizaba en todo lo que hacía. Se quedan con que su corazón sigue latiendo entre la infinidad de jóvenes que crecieron a su lado, sobre todo en la etapa en que puso en marcha la agrupación de voluntarios de Protección Civil de Ribeira, que obtuvo el mayor de los reconocimientos al convertirla en una de las más activas y que contó con numerosos recursos humanos y materiales. Allí estuvieron muchos de los que hoy se pueden considerar “hijos” suyos, por los que siempre se preocupó de que estuvieran bien. Varios de ellos, así como miembros de otras agrupaciones de otras localidades gallegas le tributaron una emotiva despedida, haciéndole un pasillo a su entrada y salida de la iglesia de San Paio de Carreira, en donde se celebraron multitudinarios funeral y entierro, a los que asistieron presidentes de agrupaciones gallegas de Protección Civil e incluso directivos de la asociación provincial-, y a los que ni tan siquiera quisieron faltar las nubes, que también lloraron por su inesperada partida..
Algunos lo recordarán por su faceta empresarial vinculada a un mar que adoraba, y en la que destacó su labor emprendedora en torno al mejillón, como gerente de Amegrove y en Remagro. Otros lo harán por la política, tanto por el impulso que le dio a las Nuevas Generaciones del PP de Ribeira, convirtiéndola en una de las más numerosas en una época en la que los jóvenes no se interesaban por ese mundo, como en su etapa de concejal en la corporación municipal de la capital barbanzana, en la que entró hace 22 años. Pero, todos se quedan con el recuerdo de su lado humano, pues aunque estaba volcado en su trabajo, incluso durante su convalecencia, siempre tenía un momento para sus amigos, que no eran pocos.
Si, son todos esos que trataran que siga latiendo su corazón gracias a la huella imborrable que les dejó, aunque por momentos se detuvo ante la incredulidad que les produjo su marcha. Manolo Dieste le ha regalado su amistad a mucha gente y eso es algo que debe llenarles de orgullo viniendo de una persona tan grande que, pese a que tenía el don de la palabra, sorprendía por su capacidad de decir mucho sin hablar, con dar una palmadita o poner su mano en los hombros del que tenía a su lado, o de bromear con lo más serio. No se ha ido, pues siempre estará presente.