Reportaje | Rocío sobre las tejas

Reportaje | Rocío sobre las tejas
La comunidad del edificio Atanes colocó pantallas de reja para bloquear los tragaluces

Completamente surrealista. Así se podría definir la situación por la que atraviesa la comunidad de propietarios del edificio Atanes, en pleno centro de Ribeira, cerca de la casa consistorial. No resulta sorprendente que se tenga que acometer la reparación del tejado por su deterioro, pero si que tuviera que repetir esos arreglos varias veces en los tres últimos años. La aparición de filtraciones en los pisos superiores fue lo que les llevó a revisar esa zona del inmueble y la última vez comprobaron que había un camino de pizarras rotas de un extremo al otro del tejado. Sospecharon que un técnico de mantenimiento o vecino accedió al tejado y que era el causante de la rotura de las tejas.


Cuando unos operarios sujetos con arneses procedían en junio pasado a la sustitución de las piezas rotas, se sorprendieron al ver encaramada en esa parte del edificio a una mujer con bata y zapatillas. Se trata de la inquilina de un ático de un bloque de viviendas colindante, de nombre Rocío, que accedía por unos tragaluces opacos -están hechos de manera irregular a modo de ventanas- y se dedica a caminar por esa zona para llevarles de comer a las gaviotas y sus crías que anidan en el extremo más próximo a la Praza do Centenario. Esa mujer, de unos 30 años, llegó a decirles que dejasen de trabajar para no hacer ruido que asustase a las gaviotas y sus crías se salieran del nido y se cayesen. Los obreros, que tuvieron que ponerse una red protectora para evitar que esas aves les picoteasen en el cuerpo, escucharon a la joven dirigirse a esos animales para darles un mensaje que las tranquilizase, a la vez que les dejaba comida. Incluso, algunas fuentes aseguran que esos trabajadores tuvieron que irse del lugar cuando ella empezó a escupirles y arrojarles agua caliente.


Tras descubrir la supuesta autoría de los destrozos, la comunidad del edificio Atanes puso el asunto en manos de un abogado y presentó la correspondiente denuncia por daños por un importe total de 1.500 euros -el coste de la reparación de las pizarras- ante la Policía Nacional. En la propia comisaría ribeirense les llegaron a advertir que debían tomar alguna medida pues incluso podían tener problemas si le pasaba algo a la protagonista de los hechos. Hablaron con la dueña del piso para que se dirigiera a ella, y esta última reconoció los hechos, pero le dijo que sólo hizo eso la mañana en que la vieron los operarios.


Para evitar que la mujer pudiera acceder por los tragaluces, colocaron unas pantallas de rejilla delante los mismos y que iban ancladas a su propio tejado, dejando un hueco de unos centímetros al no poder ir clavadas o atornilladas en una propiedad ajena. A partir de entonces no salía ella, pero lo siguieron haciendo los gatos que viven con ella, llegando a colarse en algunas viviendas del edificio Atanes. Un vecino vio como uno de los mininos se metió una noche en su cama, y en otra ocasión lo vieron atravesar el pasillo hacia la habitación a toda velocidad. Ahora piensan dar un nuevo paso y solicitar el tapiado de esos tragaluces. Mientras, la dueña de un dúplex en el edificio afectado avisó que escuchó pasos en el tejado, por lo que se tratará de averiguar si la mujer forzó la reja para salir por un tragaluz.

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