Del sofá a maratonianos

Del sofá a maratonianos
Carlos Santos, Álvaro Carou y David Santos, con sus medallas tras finalizar su primer maratón, el de Porto | cedida

Empezar a correr bien entrada en la treintena para mejorar la salud, realizar actividad física o bajar peso y acabar haciendo un maratón en poco más de un año. Está pasando. La fiebre del running no es una moda, sino un estilo de vida. La euforia del corredor, la sensación de bienestar que se alcanza tras el ejercicio engancha como una droga. La constancia en la práctica conlleva progresos notables, que desencadenan en nuevos retos, aumentando distancias o tratando de rebajar tiempos. Correr en grupo ayuda en todo el proceso. Es el caso de varios vilagarcianos que la semana pasada completaron el “14 Maratona do Porto”. El primer maratón (42 kilómetros) de los hermanos Santos, Carlos y David, y de Álvaro Carou. El segundo en el mismo año para Iván Romero.
Carlos es el “veterano” del equipo con 38 años. Empezó a correr “a regañadientes” hace año y medio tras dañarse el fibrocartílago triangular de una muñeca, que le impedía seguir practicando deportes como el pádel y el mountain bike. Se unió al grupo de amigos de su hermano pequeño, David, que estaban iniciándose en las carreras populares. “Tardó en gustarme”, recuerda. “Al principio no era capaz de correr 4 kilómetros sin llegar a casa con ganas de dejarlo, pero es un deporte agradecido y poco a poco ves los progresos y te da alegrías”. 
David Santos tiene 33 años. Descubrió el encanto de las populares por amistad. Corrió la de A Illa en 2016. “Me gustó tanto el ambiente que se vive en las carreras que a partir de ahí lo empecé a compaginar con jugar al fútbol veterano”. Carlos disfruta en las pruebas “antes, durante y después”. Reconoce que los piques con sus amigos le motivan a mejorar y a entrenarse para “no pasarlo mal en las carreras, cuanto mejor preparado estés, en mejores condiciones afrontarás esos momentos”.
Con 37 años y más de una década de vida sedentaria, fue la báscula y las experiencias que su amigo Carlos Coira compartía en redes sociales lo que alentó a Álvaro Carou a ponerse unas deportivas hace más de un año. “Tenía sobrepeso, 91 kilos, y ganas de retomar el deporte, llevaba tiempo leyendo en Facebook el cuaderno de bitácora de Coira y decidí preparar la 10K de Vilagarcía”. Lo hizo sin las pautas recomendables, con solo un mes de antelación, preparándose entre caminatas y trotes, y logró acabarla en menos de una hora. “Fue una alegría, el afán de superación me enganchó para siempre”.

A París por azar
Iván Romero “Turu” tiene 31 años, lleva ya dos inmerso en el mundo del running. Lo que empezó como una broma al apuntarse “al Gladiator Race” se ha convertido en su día a día. “Es un deporte agradecido, lo que más me engancha es superarme a mí mismo y mejorar mis tiempos”. El azar hizo que apenas un año después de iniciarse, corriese su primer maratón. “No lo tenía en mente, pero me tocó una inscripción gratis para el de París”. Lo corrió en abril, motivado por ser el primero del grupo en completarlo y lo consiguió. Aunque no fue fácil. “Lo más duro fue prepararlo, en el mes de enero salía por las noches con mucho frío y siempre en soledad”.
Realizadas pruebas de esfuerzo y con una treintena de populares y media docena de medias maratones en las piernas, fue hace cuatro meses cuando decidieron apuntarse al Maratón de Oporto. El reto más ambicioso. “Seguimos un plan de 75 sesiones, 5 días semanales”, explica Carou. Pasaron a  ser esclavos del planing. “El entrenamiento es muy duro, hay que ser muy perseverante, tener una gran fuerza de voluntad, en corredores populares hay que compaginarlo con el trabajo, días que hay que ir a las seis de la mañana o a las doce de la noche a correr”. 
Molestias físicas y bajones de ánimo convirtieron la preparación en “un enorme desafío físico y mental”.

4 horas de emociones
“El día de la prueba estaba nervioso y eufórico”, dice David, que corrió los 42 kilómetros por las calles de Porto junto a su hermano durante las cuatro horas. “Poco a poco la carrera iba haciendo estragos”, recuerda Carlos. “Primero Iván se torció un pie y se quedó rezagado. Álvaro poco a poco iba bajando el ritmo y lo intentábamos animar mientras los veíamos. A partir del kilómetros 34 noté mal la pierna izquierda, mi zapatilla rozaba contra el asfalto”. 
Carou sufrió "agotamiento físico” antes de lo esperado. “La cabeza empieza a flaquear, tratas de seguir, de animarte pensando que esa sensación será momentánea, pero ves que el cuerpo cada vez va peor y queda todavía la parte más dura que son los últimos 10 kilómetros”. A falta de 8 sufrió “un tirón en el cuádriceps” y se fue al suelo. Parecía el fin. Pero encontró una ayuda inesperada. Un corredor alemán se paró a auxiliarlo. “No solo me ayudó a estirar sino que me levantó y de la mano me hizo caminar”. 
Tras varios metros andando, Carou volvió a correr. “Del kilómetro 37 al 40 con tirones y calambres, mi cuerpo no estaba preparado, me faltó trabajo de fuerza”. Pero aguantó gracias “a la fortaleza mental que se adquiere en los duros entrenamientos y las tiradas largas de cada semana” y llegó a meta. “En el último kilómetro la gente te anima, te leen el nombre en el dorsal y te llevan en volandas, ‘Força Álvaro’ me decían, en los últimos metros no te duele nada, te sientes eufórico”. 
David describe la última recta como una “una sensación inexplicable”, entró en meta abrazado a su hermano, también emocionado. 
Iván corrió con una torcedura de tobillo desde el kilómetro 22. “Fue un calvario, pensé en arrojar la toalla, salí de un túnel donde sonaba la música de Carros de Fuego con lágrimas en los ojos”. Corrió lesionado media maratón, pero no olvidará la experiencia. “Después de pasarlo muy mal es increíble, te olvidas del tiempo, solo piensas en que lo has conseguido y que tus amigos te están esperando”. En meta se fundieron los cuatro maratonianos en un abrazo. Habían ganado.

700 kms

Durante los cuatro meses de preparación, corrieron 700 kilómetros, con tiradas largas de treinta y sin saber que pasaría en el Maratón en el temible “muro” de los últimos diez, donde los atletas “caen como moscas”

Del sofá a maratonianos

Te puede interesar