Reportaje | Un taller que rejuvenece la memoria y las relaciones sociales

Reportaje | Un taller que rejuvenece  la memoria y las relaciones sociales
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Tras más de quince años de experiencia al frente del Taller de la Memoria, la profesora y técnica de Servicios Sociales, María José Pérez Cacabelos, retoma mañana una actividad en la que Sanxenxo “fue pionera en la comarca” y será ya un no parar hasta el próximo mes de junio. “En septiembre ya me estaban llamando para ver cuando empezábamos. Es un sector muy agradecido y con muchas ganas de aprender y experimentar”, apunta Pérez.

En total cuenta con más de cien alumnos repartidos entre Sanxenxo, Dorrón, Portonovo, Adina, Nantes, Noalla, Vilalonga y Bordóns. Uno de los principales objetivos es lograr la implicación de los alumnos y que vean el taller como una posibilidad de aprender, pero también como un espacio y una oportunidad para relacionarse. “Acuden personas que se encuentran solas y que ven en el taller una forma de relacionarse, otras que quieren aprender y perder el miedo a expresarse y a leer”, señala. Pero a lo largo de estos años el taller ha trascendido más allá de las dos horas semanales que se dedica a cada grupo. “Hacemos numerosas actividades desde salir al cine si me dicen que les interesa ver una película, hasta charlas sobre distintos temas a concursos e incluso excursión de fin de curso”, explica Pérez. Tiempo que comparten por lo general todos los grupos y que se convierte en un acto social que les permite compartir vivencias y experiencias. “Se me ocurrió proponer un concurso de cartas de amor abierto a la participación para que se recuperase una tradición que se ha perdido y nos llegaron cartas hasta de Colombia”, afirma.  La mayoría del alumnado son mujeres, explica Cacabelos, “el machismo sigue imperando” y, en algunos casos, asistir al taller de la memoria es un tema tabú. “Algunas personas no quieren acudir porque tienen el perjuicio de la edad y de que a estas alturas ya para qué aprender”, apunta. Pero el taller de la memoria es mucho más que una actividad de aprendizaje, es un punto de encuentro para entablar relaciones sociales que, en muchos casos y por distintos motivos, se va perdiendo con la edad. Se trata de crear un espacio y un ambiente en el que recuperar la memoria y la ilusión, así como la interacción familiar. “Mi mayor recompensa es cuando un alumno me dice que si no fuese por el taller ya no saldría de casa o cuando piden ayuda a hijos y nietos para realizar alguna de las fichas de clase. Momentos que hacen que valga la pena el taller ”, afirma.

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