Castroagudín lleva años reivindicando que fueron sus vecinos los primeros en salir a la calle para refrescarse entre ellos lanzándose manguerazos de agua o calderos llenos del líquido elemento. Ayer volvieron a demostrar que lo suyo es una tradición enraizada que, aunque mucho más familiar y menos multitudinaria, hizo las delicias de aquellos que querían a toda costa desafiar el calor sofocante. Y es que las temperaturas fueron idóneas para repartirse agua a cal y canto entre los participantes. n f.f.