La gran caída

Esta sí es de verdad. Duele. Se siente, fría, sorpresiva, repentina. Amarga para los cinco. Los virreyes también caen, a veces guillotinados, a veces presos de sus propios errores. ¿Fin de un halo de impunidad o percepción de la misma?, ¿ejemplaridad?, ¿riesgo real de fuga?, ¿aviso a otros imputados hoy investigados, pero también sentenciados a dos años de prisión? Algo ha cambiado. Un juez ordena el ingreso en prisión. No por imposible ni tampoco previsible ha dejado de sorprender la entrada en prisión de cinco exdirectivos de la vieja caja gallega. La Audiencia Nacional ha dictado ingreso en prisión inmediata. Es la primera vez en el ámbito de la gestión de las cajas, por ende, financiera, que cinco directivos entran en prisión. Otros, los de Caja Castilla-La Mancha o de la entidad del Penedés, condenados igualmente a dos años no lo han hecho. ¿Busca la Audiencia una posición ejemplarizante y rigurosa?, ¿existe un  riesgo de tal envergadura que implique el ingreso en prisión de forma tan inesperada y que altere otras causas abiertas? 
Máxime cuando en el imaginario popular se asienta aquella creencia de que quien es condenado a dos años y sin antecedentes elude la entrada en prisión. Otra creencia es la de la edad. Algo que tras las reformas habidas en los últimos años queda a arbitrio y decisión del tribunal. No estamos acostumbrados a que se llegue a esta situación. Vemos escándalos y corrupción, vemos sentenciados y condenados pero en este ámbito no se había dado el paso. Tampoco se dice las semanas o meses que estarán en la cárcel. Y la Audiencia acaba de sentar un precedente conforme a la legalidad que tendrá muchas lecturas, pero que envía un potente aviso y  asienta una posición que puede generalizarse. 
El Supremo había considerado benévola la sentencia ante la gravedad de los hechos. Pero solo se les había juzgado por “urdir” esas indemnizaciones millonarias. No por otras gestiones, ni como ahora preside la ley de sociedades de capital por esa “administración desleal”. Se les acusó y sentenció por un delito de apropiación indebida en su modalidad de gestión desleal. Atrás y al margen de aquel enjuiciamiento por el que hoy están cuatro directivos y un asesor en prisión queda, extramuros de esta sentencia toda gestión. Como también las formas, las dificultades, las dinámicas específicas de aquella caja luego fusionada con la otra, que antecedieron a la entidad previa a la hoy existente. El resto es historia bien reciente. ¿Cómo se llegó a todo aquello y como se consintió? Cada uno que responda lo que tenga que responder. Pero no hay capacidad de asombro, tampoco sorpresa. 
Se acaba un tiempo y una percepción de irresponsabilidad e impunidad y de hacer y deshacer donde nadie ponía reparo a los límites de la responsabilidad. Todo valía. Nada o nadie se oponía. Y de hacerlo, escaso era el recorrido. Los deberes de lealtad frente a la sociedad y el resto de socios, la diligencia debida y el interés social se sorteaban con descaro. Se acaban tiempos donde ser consejero era codiciado por muchos y donde ahora importa la sociedad, la categoría de consejero, así como la póliza de seguro de responsabilidad civil de tales administradores. Algo que preocupa ya en todos los ámbitos, no solo en el financiero. El sol ya se puso hace tiempo en dominios donde nadie infería y donde las interconexiones de políticos y partidos, instituciones y personalismos eran endiosadas hasta la extenuación. Algo ha cambiado, sin que el príncipe de Salino se haya percatado siquiera en su Lampedussa gatopardiana.

La gran caída

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