Aguirre vuelve a la picota

La lideresa está de nuevo en la picota por su mala cabeza como cazadora de talentos. Sobornos, blanqueo, trampas al Fisco, comisiones por concesiones, ingeniería financiera al servicio de dos depredadores de la caja de todos... Eso ocurría a la sombra de Esperanza Aguirre, donde sus dos prendas, Francisco Granados e Ignacio González, se repartían el territorio para llenarse el bolsillo.
El norte para Nacho –antes de su apertura americana, por cuenta del Canal de Isabel II– y el sur para Paco. El juego de la política se lo dejaban a la jefa, ajena a lo que no fueran relaciones de poder, medios de comunicación, urnas, encuestas y chafardeo por la calle de Alcalá con la falda “almidoná”.
Así que soy de los que entienden las lágrimas de Aguirre al saber que ha arropado a dos sinvergüenzas. El que responde con la cárcel del caso Púnica y el que va camino de pagar con la misma moneda.
A la expresidenta de Madrid le gusta la política más que a Pablo Manuel Iglesias el teatro. La mirada distraída que este dedica a la política, por centrarse en el teatro, es la misma mirada distraída que aquella dedicaba a la corrupción, por centrarse en la política.
Cierto. Pero también del ejercicio de la política se derivan graves responsabilidades. Por lo que se hace. O por lo que se deja de hacer. Ese parece ser el caso en los dos supuestos contemplados: enriquecimiento de González y Granados, por un lado, y la financiación ilegal del PP madrileño, por otro.
En este punto es inevitable remitirse a Rajoy, en cuyo entorno también crecieron las malas hierbas. Y a quien también le alcanza el reproche de la mirada distraída a conductas poco santas, mientras él se concentra en la política, que le gusta tanto como a Aguirre ¿Un justo, o una justa, entre tantos pecadores? Aunque así fuera, ya no cuela. No en un terreno, que exige ejemplaridad.
Ni Rajoy ni Aguirre se librarán de la “pena de telediario”, que consiste en la identificación de su figura con el tejido del PP, por el que trepó la corrupción cuando ellos ejercían puestos de máxima responsabilidad. Por tanto, es lógico que la justicia les pida colaboración. Y es exigible que ambos colaboren. 
No veo a Rajoy ni a Aguirre tirando de la manta. A pesar de que Correa pasaba más tiempo en la sede central del PP que en su casa. Y a pesar de que tanto González como Granados fueron criaturas políticas y palafreneros principales de Aguirre.

Aguirre vuelve a la picota

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