El terror nos divide

A parte de disponer de vidas propias y ajenas en sus despiadados actos terroristas, lo cual les da una ventaja operativa evidente sobre los que amamos la vida en esta parte del mundo, los “soldados” del ISIS (Estado Islámico, para entendernos) cuentan con la tendencia de los gobernantes democráticos a dispersarse cuando se trata de unirse ante quienes el sábado volvieron a sembrar el terror en Londres.
También esto juega a favor de los malos. Véase, por ejemplo, el penoso enfrentamiento verbal entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el alcalde de Londres, Sadiq Khan, de religión musulmana, por cierto. El alcalde había hecho un llamamiento a la calma de los londinenses y ser comprensivos por el formidable despliegue policial posterior a los atropellos en el Puente y los apuñalamientos en el mercado de Borough.
Al extravagante inquilino de la Casa Blanca, que ya más parece una casa de locos, no se le ocurrió otra cosa que afear en una red social la conducta del alcalde por pedir calma cuando siete personas acababan de ser asesinadas en la calle. 
Lo cual provocó desdeñosa reacción de Sadiq Khan respecto a la deposición digital del presidente norteamericano: “Tengo cosas más importantes que hacer que responder al desinformado Trump”.
De paso, el desinformado Trump no perdió la ocasión de recobrar el espíritu y la letra de su veto de entrada a ciudadanos de seis países islámicos, paralizado por los jueces. Ni los laboristas de acusar a la premier, Theresa May, de vulnerar la tregua electoral (campaña suspendida durante veinticuatro horas) con el anuncio de cuatro medidas de imposible aplicación inmediata, como el reforzamiento policial o endurecimiento de penas.
“Hay demasiada tolerancia con el extremismo. Basta ya, las cosas tienen que cambiar”, dice May, que ha endurecido su discurso contra “la malvada ideología que sustenta los últimos atentados”. 
Sin embargo, el alcalde es uno de los que se resisten a contemplar siquiera la posibilidad de suspender las elecciones del jueves. Y reclama cordura de este modo: “Quieren impedir que disfrutemos de nuestras libertades. No podemos permitirlo. La democracia es una de las cosas que ellos odian”.
Tiene razón. Es la respuesta propia de un demócrata frente a quienes hacen de la muerte, propia y ajena, su única prueba de vivir en el reino de la luz, mientras los infieles vagamos en la oscuridad adorando a los dioses falsos de la democracia, la ley, la tolerancia, los derechos humanos, pero también la libertad, la fraternidad, la risa, y el apego a la vida.
Y en cuanto a la respuesta técnica frente al terrorismo yihadista, me parece que hemos de potenciar la prevención, con buenas bases de datos y unos servicios de inteligencia capaces de pisar el huevo de la serpiente en su propio nido, a sabiendas de que la serpiente ya habita entre nosotros.

 

El terror nos divide

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