La caza del gambusino tecnológico

El gambusino era un animal imaginario al que los mozos de los pueblos llevaban a cazar a los tontos que venían de la capital. Como la especie, dada su irrealidad, podía tener la apariencia y talla que a cada cual se le ocurriera las artes empleadas para su captura era también dispares. En mi pueblo el imaginario venía a visualizar la presa como un mezcla de caracol gigante, y veloz, con algo de cangrejo imantado por la luz y el sonido. Así que se proveía al “cazador” de un saco, un cencerro y un farol. Y así equipado, una noche de verano, se le llevaba por los más recónditos andurriales, se le apostaba solo y se le aleccionaba que en cuanto los demás se hubieran marchado a dar sus batidas él abriera el saco, encendiera el farol dentro y comenzara a tocar el cencerro. Que a nada, y si lo hacia con fuerza y esmero, los gambusinos acudirían en tropel y ellos solitos se meterían en la trampa. Hubo quien se tiro una noche entera tocando el cencerro.
La mocedad, solía irse a echar un trago a la bodega y retornar cuando se le antojara a buscar al frustrado cazador, que desconocedor del terrero no sabía como regresar por sí mismo, y a quien se le recriminaba por su torpeza por no haber capturado ninguno mientras se le mostraba un saco lleno que los del pueblo sí habían conseguido coger y que pesaba como rayos. El saco se lo tenía que echar el de la capital a las costillas y acarrearlo hasta el pueblo.
Uno creía, en su ingenuidad, que la caza del gambusino había desaparecido dado que ya no había tontos a quienes pegársela hasta que he venido a enterarme que ahora es una moda planetaria y el engañabobos más mundial. Al gambusino le llaman Pokémon, pero todo lo demás viene a ser igual. En vez de cencerro y farol es un móvil de la más alta tecnología, pero la “caza” es la misma y el enfebrecido pokemonita de sesera similar.
Si ha cambiado un algo la cosa y es que el inventor del gambusino tecnológico se está forrando. La fiebre universal por capturar al bichejo deja más réditos, ¡donde va a parar!, que todos los ojeos y recechos en los cinco continentes. Lo que no deja uno en el fondo de admirar. El gambusino clásico solo dejaba unas carcajadas y poco más.
Pero, oye, cada cual es libre de divertirse de la manera que quiera, y no seré yo quien critique este último grito de la inteligencia emocional adolescente. Solo señalo el parecido con la “costumbre” ancestral. Y otra cosa. ¿Cómo le han puesto a tal arte “cazar”?. Que tengan mucho cuidado no sea que en un descuido “maten” al abuelo de Bambi y los de Pacma les convoquen una manifestación acusándolos de asesinos. Que el gambusino, perdón, el Pokémon, tiene también el bichejo todo el derecho a vivir.

La caza del gambusino tecnológico

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