Victimismo pedrista

El comodín para todo del sanchismo, y lo vamos a ver sobre la mesa cada día, es que Pedro Sánchez es la victima y el perseguido del aparato. Suponen que esa es su mejor carta y que todo lo que suponga llevar el debate al sentimiento y la víscera les favorece. La consiga ha de ser lo más simple, la apelación al victimismo un hilo conductor y la simplificación de que enfrente están quienes lo traicionaron, a él y al PSOE, la idea fuerza, por no decir la única idea.
El aparato ha de ser presentado como un maligno contubernio, con poder ilimitado y dedicado a impedir con malas artes el triunfo de Pedro. Lo que ya hemos comenzado a percibir va a convertirse en un eje esencial de estos casi dos meses aún que quedan para las votaciones de primarias. Los pedristas va a acusar a la gestora de “hacerle trampas”, de “acogotarles”. Con el censo, con las trabas a la financiación, con las afiliaciones, con los locales. Con todo.
Un poco y salvando las distancias al exitoso estilo Trump y de los populistas de nuestra ultraizquierda. Ellos son los buenos y los pobrecitos indefensos. Los contrarios los poderosos opresores y, en este caso, traidores a la causa de la izquierda que derribaron al líder para pasarse al enemigo, al pérfido Rajoy, presidente por su culpa. Embarrar el campo de juego, que ya está de por sí, muy embarrado después de aquel Comité Federal y aquella algarada en sus puertas donde los partidarios de Sánchez gritaban “fascistas”, “golpistas” y “vendidos” a los dirigentes históricos del PSOE, a los dirigentes territoriales actuales y a todos el que se les cruzara por delante. Militantes enfebrecidos, y algunos infiltrados podemitas que haberlos los hubo, que siguen haciendo, y que los sigue habiendo (Sánchez es el candidato dilecto de Iglesias) ahora exactamente lo mismo. Porque mientras Sánchez dice que nunca otro socialista será su enemigo, en las redes el trato que reciben, por parte de sus muy apasionados partidarios, quienes se le oponen no ha rebajado ni un grado el nivel de insulto y de ataque personal y a degüello.
En realidad, en el fondo y en la forma, es que es ahí a donde quieren reducir cualquier debate. A nada más que a ello. A ese cuerpo de doctrina resumido en aquel “No es no” como compendio global del “ser de izquierdas”. Es así de simple y por su simpleza, aunque no resista un mínimo razonamiento, eficaz para llevar el agua al molino. No por argumentos sino por emociones. Porque si se comienza a desbrozar mínimamente el tosco argumentario este se cae por su base. Rajoy es presidente más que por nada porque de primeras le sacó a Pedro Sánchez 33 diputados y de segundas 52. O sea, porque el “amado líder” perdió hasta la hijuela y su particular manera de hacer historia fue hundir el suelo electoral por dos veces, por debajo de cualquier y peor resultado de la historia socialista donde siempre había superado los 100 escaños. Sánchez los ha dejado en 85. Y todo indica que si lo dejan y vuelve a tomar el poder en Ferraz puede muy fácilmente hacer añicos esa marca y ya puesto conseguir otro hito, también histórico, que el PSOE pierda a manos de Podemos la hegemonía que ha mantenido en la izquierda durante 40 años y desde las primeras elecciones democráticas de 1977.  

 

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