Doroteo arnáiz en el Palacio Municipal

La Sala de Exposiciones del Palacio Municipal ofrece la muestra “Memorias de grafito e tinta” de Doroteo Arnáiz ( Madrid, 1936), un artista de sobra conocido en nuestra ciudad, donde dirigió durante varios años un importante centro de grabado y cuya trayectoria está jalonada de méritos, entre los que figuran haber sido Director de la Calcografía Nacional de Madrid y profesor de grabado en la Escuela de Bellas Artes de Pontevedra.
La exposición de María Pita es un recorrido por su trabajo de dibujante, desde 1963 hasta la actualidad; más de cincuenta años por lo tanto que permiten ver, no sólo su evolución personal, sino los avatares por los que ha pasado la estética gráfica desde la segunda mitad del siglo XX . Su primeros dibujos realizados con tintas, carboncillos y lápiz sanguina, son de temática humana en los que predomina el contraste blanco- negro, el trazo grueso y la mancha suelta, tienen un cariz expresionista, acorde con lo que otros artistas como Saura estaban haciendo.
Hacia el 70 del siglo pasado se va decantando hacia la línea pura, acentúa el esquematismo, da una gran presencia al espacio, declarando expresamente el carácter bidimensional del plano; la figura, cuando aparece, se perfila también con claridad como una forma plana, ya blanca ya negra, como deja ver en “Espacio de mujer medido” o en “El placer del café” donde una sombra masculina aparece partida por la mitad entre cuatro folios; igualmente el hombre “Caminante” es como un blanco recorte entre las líneas de pliegue de un folio rayado.
“La trampa” visual queda perfectamente revelada en la obra que lleva este título, donde un tigre de apariencia tridimensional observa una hoja de papel curvada y caída sobre una gran superficie lisa y clara que juega al trompe l´oeil vertical-horizontal; por eso el tigre sólo tiene abierto un ojo, para denotar la paradoja del ver: la ilusión.
En los 80 se acerca a la estética del Japón, a su simplicidad y sentimiento de la naturaleza, lo hace con obras como Orchidea Kabuki en la que tanto podemos ver unos enormes pétalos de flor como los blancos y amplios ropajes de un actor del tradicional teatro kabuki agitándose en el escenario.
Las obras más recientes como “G de Galicia “o “Sinapsis” insisten en esta necesidad de revelar el dibujo puro: el trazo del lápiz, el grafismo de la línea, el nervio de la mano y las consecuencias configuradoras de todo ello: la magia de que un papel blanco y liso se convierta en un espacio habitado por celajes y minúsculos seres, agitados vaivenes y astros antes inexistentes. Poética de lo mínimo, de lo justo, de lo necesario para una composición armónica: “un lápiz, un papel, una emoción simple y una idea clara”, como dice de su obra Manuel Vicent.

Doroteo arnáiz en el Palacio Municipal

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