Un selfi con Napoleón

EL pequeño Nicolás, un auténtico mito en el arte del selfi –si pasase a papel todos sus autorretratos con famosos, la deforestación de la Amazonía alcanzaría una velocidad supersónica– está pirado, o, al menos, eso parece. Entró en pánico cuando el CNI le plantó una demanda por injurias y calumnias y su abogada trató de librarlo del problema alegando que es inimputable porque está jamado. La letrada utilizó el lenguaje forense y afirmó que sufre “alteraciones psíquicas”, que venche sendo o mesmo. Los psiquiatras requeridos por el juzgado para examinarlo han determinado que sufre un trastorno de personalidad en el que destacan los rasgos narcisistas e inmaduros, que alteran su voluntad. Con esas conclusiones quizá se libre de la cárcel, por suerte para él, pues allí sería un “caramelito”, pero puede que acabe en un manicomio. Malo será que ahí no encontrase a alguien con quien hacerse un selfi; a lo mejor incluso a Napoleón, aunque hasta puede que en vez del gorro militar lleve un embudo en la cabeza.

Un selfi con Napoleón

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