De fogones

La conversación es común: ¿Y tu qué pones? Yo, marisco y después cordero… La cocina es, desde que el mundo es mundo, terreno femenino. Allí se trabaja durante todo el año: desayuno, comida, merienda y cena pero en Navidades es otra cosa. Ya no sólo se trata de echar horas, el desafío es enfrentarse al juicio de los cuñados, hermanos, abuelos y, de manera muy especial, a la opinión contundente de la suegra.
Navidades refuerza la cocina como centro neurálgico del quehacer femenino. Desde ahí se dirigen todas las operaciones y hacia allí se encaminan todas las miradas. Es la reina de la casa y su dueña la “chef altruista”. Sí, altruista, porque ella -mejor dicho, nosotras- (me incluyo también, qué remedio) no cobramos ni un plus, ni derechos de imagen, ni cachés como los chefs de cocina que invaden las mañanas y las noches televisivas. 
Es harto curioso: llevamos siglos condenadas a vivir entre los fogones y cuando la cocina se convierte en un gran negocio de moda, cuando asar, freir, dorar, picar y cortar es tendencia, las mujeres comienzan a desaparecer y surgen como setas hombres de toda condición como los popes de las cazuelas.
Hace poco menos de un mes se realizó una encuesta mundial para elegir a los cien mejores cocineros del mundo. La primera mujer aparece en el número 30. De los cien elegidos sólo hay cuatro mujeres. 
Lo que más llama la atención es que los críticos ponen el grito en el cielo en los medios, pero no porque no haya mujeres, sino porque entre los top hay demasiados franceses…
Me digo que tal vez en España las cosas sean distintas. Descubro que la Academia Nacional de Gastronomía creó hace 42 años sus premios nacionales en diversas categorías. El más importante al mejor jefe de cocina. Pues en todos estos años de historia 34 fueron para ellos y 8 para mujeres. En la lista de los 10 mejores cocineros de España sólo figura una chefa.
En Galicia, más de lo mismo. Hace poco se realizó una encuesta entre los propios chefs para que eligieran a los mejores. Votaron 17 cocineros, entre ellos dos mujeres y eligieron a los 5 mejores. El resultado: ni una sola cara femenina. Pero lo peor es que las únicas dos personas que votaron por una mujer fueron precisamente esas dos cocineras.
¿Alguien me podría explicar lo que sucede? ¿Acaso el lema no era “las mujeres en la cocina”? Me inclino a pensar que el asunto tiene que ver con el poder y con el dinero, los dos elementos que mueven el mundo. La tarea básica y elemental de alimentar a la prole debe cumplirla la mujer.
Pero cuando este acto se convierte en un negocio  que genera mucha pasta, fama y poder entonces ella desaparece del mapa. 
Lo más triste de todo es la enorme hipocresía reinante. Cuando a la gran mayoría de los chefs españoles les preguntan quién les enseñó a cocinar contestan: fue mi madre… Fue mi abuela.

 

De fogones

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