Cataluña, eres tu

Siempre tuve a los catalanes por gente emprendedora, inteligente y avanzada. Pensé también que en cierta medida capitaneaban el rumbo del progreso para España. La vieja burguesía respetada le daba un aire cosmopolita a tan bella región española y sus empresas sirvieron de modelo para otros empresarios nacionales y, juntos, consiguieron llevar a nuestro país al top 10 de las economías del mundo. 
Juntos también construimos la democracia de la que disfrutamos desde hace más de cuarenta años, abrigados por la Constitución del 78 redactada por grandes políticos de ideologías muy diferentes y que tan útil ha resultado para nuestro progreso y para el Estado de bienestar del que nos hemos dotado. Quizá el mayor éxito constitucional fue el de garantizar la convivencia pacífica y ordenada entre todos los españoles. Nada fue fácil y nada nos regaló nadie, con sacrificio, generosidad y solidaridad, todos los españoles aceptamos el texto y lo aprobamos en referéndum. Pasábamos así la página de una dictadura y comenzábamos a escribir nuestra historia en la que, ahora si, los ciudadanos éramos los auténticos protagonistas. 
Pero todo ello lo están poniendo en peligro unos iluminados que han decidido, no necesitan consulta alguna, que España no existe, que no todos los españoles tenemos los mismos derechos y que más allá de la constitución de nuestra historia común está la que ellos quieren inventar e imponernos a todos los demás. Los españoles de a pie ya estamos hartos de esta situación, de sus amenazas y de sus desprecios, pero allá en sus tierras, que son las nuestras, parece que la mente preclara que tuvieron en otro tiempo se les ha nublado. ¡Donde están los sensatos catalanes que en otro tiempo admiramos ¡No me puedo creer que los perro-flautas de la CUP y los resentidos corruptos de Juntos por el si sean ahora las mentes pensantes de la Cataluña de este siglo. 
Pero la verdad es que no escucho las voces de los otros y, aún así, en el fondo estoy convencido de que estos otros son la mayoría, eso si, silenciosa que se está dejando arrastrar por una caterva de políticos mediocres que han hecho de sus delirios separatistas su forma de vida y solo por eso están llevando a Cataluña al precipicio. Hay una cosa cierta; las ansias de los ciudadanos por poner punto y final a esta locura no puede coincidir en los tiempos con las exigencias de un Estado de Derecho como el que, afortunadamente disfrutamos, y, por lo tanto, el Gobierno no puede aplicar las leyes con carácter previo a la comisión efectiva de un delito. Quizá el Código Penal debiera recoger explícitamente la amenaza de atentar contra nuestras leyes como un delito en sí y en tal caso ya se podría actuar. 
Digo esto porque se extiende a cierta velocidad la idea de que el Estado no tiene respuesta al desafío independentista, de que al Gobierno le da miedo aplicar el art. 155 de la Constitución por la falta de consenso entre todos los partidos nacionales. Los secesionistas catalanes están copiando ahora a los antiguos caciques gallegos que desde las instituciones les decían a sus vecinos aquello de  “ti vai facendo” que daba como resultado la construcción de viviendas ilegales que luego, en muchos casos, fueron demolidas con una orden judicial de por medio. Estoy convencido de que nuestro Estado de Derecho dará respuesta contundente a la provocación separatista y lo hará desde la legalidad como no puede ser de otra manera. Que no nos ganen nuestras prisas por poner punto final a tanta tontería, acabemos con esto, pero bien, con mano de hierro en guante de seda. Con la Ley, con toda la ley.

Cataluña, eres tu

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