No tiene perdón

La máxima expresión de un gobernante irresponsable es, ahora mismo, Carlos Puigdemont. El resultado de su desastrosa presidencia se resume en dos “éxitos” labrados por él solito; una Cataluña arruinada de la que huyen las empresas y los inversores y, quizá el más grave, la fractura que ha creado entre catalanes, enfrentando entre sí a un pueblo y rompiendo familias, relaciones y viejas amistades.
Lo primero es injustificable, pues Cataluña es tierra de emprendedores y gentes trabajadoras que durante años han servido de locomotora de la economía española, pero lo segundo es imperdonable, porque esa fractura va para largo y deja heridas difíciles de cicatrizar. Una sociedad partida y rota que, de momento, lucha por emociones distintas en el ámbito del debate, pero que a nadie le extrañaría que en breve mostrara episodios menos dialogantes y más violentos.
Llegará con que un meritorio abducido por las ideas independentistas sembradas por el expresidente se tome la justicia por su mano y encuentre respuesta en algún sufridor de las consecuencias de la utopía secesionista. Se habrá entonces llegado a las últimas consecuencias del odio y el sectarismo que conlleva la actitud del mediocre político gerundense.
De momento la justicia avanza, si el jueves decidió el ingreso en prisión de los no fugados del Govern y la búsqueda y captura de los huidos, así como dar más garantías a los imputados, será el próximo jueves cuando a partir de las 9.30 horas la maquinaria judicial, como poder independiente que es, proceda a tomar decisiones que bien pueden acabar también con el ingreso en prisión de los golpistas que desde la Mesa del Parlamento catalán han pretendido hacer saltar por los aires el texto constitucional que nos ha dado paz y progreso a todos los españoles durante casi cuarenta años. Y esto tampoco tiene perdón. ¿Quién se ha creído el tal Puigdemont para romper la concordia entre españoles?
Para colmo de disparates y tratando de buscar la épica, se largó de España por la puerta de atrás con el único objetivo de sustraerse a la acción de la justicia, dejando tirados en el camino a sus propios compañeros de golpe y, lo que es peor, a los miles de incautos que confiaron en él como si fuera el mesías salvador y que a la postre se rebeló como un frívolo fracasado y cobarde, que al grito de “ahí os quedáis” pegó la espantada más ridícula de nuestra historia reciente.
Si no fuera porque es realidad, parecería un monologo de Chiquito de la Calzada en su peor versión. Lo que me parece más preocupante es que, una vez aplicado el 155 y convocadas por Rajoy las elecciones en Cataluña para el 21 de diciembre, los mismos que dieron el golpe sean de nuevo candidatos en los próximos comicios. Junqueras es igual o más responsable que el huido expresidente y sería absurdo que pudiera encabezar un futuro gobierno de Cataluña.
Si lo ocurrido sirviera para esto, no habría servido para nada. Creemos en la justicia y aceptaremos sus decisiones porque eso es lo que nos diferencia de estos golpistas. Eso sí, amigos catalanes constitucionalistas, que sepáis que estamos orgullosos de vosotros y que nunca os abandonaremos. ¡Viva Cataluña! y ¡Viva España!

No tiene perdón

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