Días decisivos

Lo que suceda este martes en el Parlamento de Cataluña y la respuesta que se vea obligado a dar el Gobierno acrecentará la grave crisis institucional que se vive desde hace tiempo debido al desafío secesionista planteado por la Generalitat y los partidos independentistas y antisistema que le apoyan. En la diabólica lógica de las cosas está que Puigdemont aproveche su comparecencia en el Parlament para declarar a la independencia de Cataluña. Ha ido demasiado lejos el todavía president de la Generalitat y sus socios de viaje para, a última hora, echar el freno de mano y no plasmar esa declaración de independencia.
Que esta sea más o menos rotunda, que se formule en diferido, que se fijen unos plazos para llevarla a la práctica, es lo de menos. Lo de más es que el independentismo catalán no puede detenerse. Es un movimiento que necesita estar continuamente avanzando porque de lo contrario perdería su esencia. En los últimos días ha habido dos hechos muy relevantes que han empañado la euforia de los independentistas. Por un lado, la decisión de los principales bancos y empresas de trasladar su sede social fuera de Cataluña debido a la inquietud y riesgos que generaba para sus clientes y para su propio negocio la declaración unilateral de independencia. En segundo lugar, la impresionante manifestación celebrada el domingo en Barcelona, donde cientos de miles de personas dejaron claro que hay una parte muy importante de la sociedad catalana que no quiere la independencia y que quieren seguir formando parte de España.
A unos responsables políticos “normales”, ambos hechos les tendrían que llevar a la reflexión y al replanteamiento de su loca aventura secesionista. Pero no estamos hablando de personas “normales”, sino de unos fanáticos que ponen por delante el sentimiento nacionalista a cualquier otra consideración. La patria por encima de las personas; los ideales independentistas por delante de los derechos más elementales; los intereses partidistas sustituyendo al bien común de los ciudadanos. Ante esto, no queda otra solución, como el rey enfatizó, que las autoridades y los poderes legítimos del Estado restituyan la ley y el orden constitucional en Cataluña. Esa tarea le corresponde liderarla al presidente del Gobierno, por lo que es de esperar que Rajoy salga de inacción y cumpla con su deber si hoy Puigdemont declara unilateralmente la independencia.

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