Ella

Acababan de despedirse y ya la echaba de menos. Aún resonaban en su mente las palabras con las que Ella, últimamente, construía su discurso de fin del día: Estudia mucho.
Y todo acompañado de esa sonrisa maravillosa que, desde sus labios acababa por instalarse también en sus ojos, y que le dejaba el alma llena de mares azules y calmos de verano. Aún respiraba su perfume y sentía sus palabras encendiendo con energía sus sentidos, mientras caía la tarde con esa luz espesa hecha, a partes iguales, de humedad y oscuridad…y sin embargo El seguía invadido de emociones cálidas y dulces.
Ella pertenecía a esa clase escasa de personas, que son lindas no sólo físicamente, sino también emocional y espiritualmente. Y eso le provocaba emociones altas como catedrales góticas y una ternura de horizontes íntimos, como ese Mar de Arousa que dibujaba con sus aguas los perfiles elementales de su vida.
Cada vez que se despedían, no podía evitar sentir una melancólica nostalgia al iniciar el gesto de su mano alzándose mecánicamente, aunque Ella hacía ya mucho que vivía en El y habitaba cada uno de sus sentidos.
Pero El ni quería, ni podía, prescindir de ese soplo de aire puro que suponía el hecho de encontrarla y compartir espacio y tiempo, o el simple discurso elemental de sus ojos, enredándose en afectos con sus ojos…
El le había dicho que podía despedirse, pero que Ella vendría siempre en cada emoción y sentimiento que habían definido juntos… No le dijo que nunca podría decirle Adiós.
Ni tampoco la inmensa tentación que siempre sentía, de rodearla suave y dulcemente en un abrazo cálido y profundo… Mientras, el mundo seguía circulando indiferente y distraído…

Ella

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