Estamos a punto de perder este mes

A veces, es en agosto donde se producen las movidas políticas que luego serán trascendentes. Con tiempo por delante, los políticos perpetran ocurrencias que luego se consolidan o no. Por ejemplo, el pacto de entre PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha. Que, a pesar de la general indiferencia agosteña, está provocando ríos de controversia: ¿debe a o no debe este pacto regional convertirse, en un futuro cercano, en un pacto nacional? Unos, en el PSOE, dicen que sí; otros, que no. Lo mismo, por cierto, que en Podemos.
Estoy seguro de que Sánchez y Pablo Iglesias algo se habrán hablado estos días, y sin duda que también habrán quedado para septiembre. Mientras, guardan un vacacional silencio. Ya llegará el otoño. Y facilitando también que algunas voces mediáticas extremadas, desde una derecha excesivamente ‘dura’, que nada tiene que ver con las cautelas de Rajoy, se lancen a hablar de frentes populares. Menuda barahúnda. 
Miramos preocupados hacia Cataluña, hacia el 1 de octubre, hacia los excesos sindicales y las incapacidades gubernamentales y empresariales en El Prat, y andamos, así, distraídos mientras en Castilla-La Mancha, donde aparentemente nunca pasa nada, Emiliano García-Page mete en su Gobierno a un vicepresidente de Podemos. Y, de paso, deja pasar una enmienda que pretende consolidar privilegios de por vida a los funcionarios ‘políticos’ en la región. Sin que, claro, ni Sánchez ni Iglesias digan nada.
Si España necesita algo es que izquierda, derecha y centro se aclaren, se reinventen. Que la izquierda defina sus límites. Que nos digan los de Podemos por fin si apoyarán o no el referéndum secesionista catalán, y cómo piensan, en su caso, evitarlo. O propiciarlo. Que nos diga el PSOE si en 2019 tendremos un acuerdo general entre socialistas y ‘morados’, con qué programa y fines, más allá de desalojar a Rajoy de La Moncloa. 
No se puede mantener mucho tiempo una situación en la que, dentro de cada partido, unos dicen unas cosas, otros otras y los más, nada. Ni es posible pretender representar a los ciudadanos sin informarles, de verdad, con transparencia, de lo que pretenden esos ‘representantes’ hacer. No les escucho hablar de Venezuela, ni de Aena, ni de esa ‘enmienda’ parlamentaria que ha encendido al personal en Castilla-La Mancha tras el ‘nuevo pacto de Toledo’. Ni de los carteles de la ‘barrida’ de la CUP, ni de Trump. Ni del nuevo ‘pacto de Toledo’. De nada.
Dirán que están tomando fuerzas para la gran movida del otoño. Y, en efecto, sospecho que septiembre, pongamos ya los finales de este mes de agosto, será tiempo de grandes declaraciones, cuando reaparezcan los que hoy se mantienen callados y permitiendo la escandalera de voces bajo sus pies dirigentes. Entonces será cuando surjan Sánchez e Iglesias anunciando su acuerdo no sé si para intentar gobernarnos en 2020, pero sí, al menos, para ‘solucionar’ el tema catalán; un acuerdo del que estos días hablan, creo, pero entre ellos y por teléfono, ya digo. Y tal vez incluso aparezca Rajoy para decirnos que sí, que tiene un ‘plan B’  para contener las ínfulas independentistas del molt honorable president de la Generalitat.
Pero para entonces, claro, ya habremos perdido un mes. Un mes precioso. Porque, recuerde, nos quedan cuarenta y ocho días, apenas cuarenta y ocho días, menos de siete semanas, para ese choque de trenes que antes todos consideraban imposible y que ahora todos admiten que, de una u otra manera, se va a producir. Y entonces... ¿qué? Ahí queda la pregunta para los grandes silentes.  

Estamos a punto de perder este mes

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