El hombre más importante

El hombre más importante de Cataluña no se apellida Puigdemont. Ni Junqueras. Ni es diputado de esa CUP que parece que, desde su exigua minoría en el Parlament, controla lo que hacen y no hacen la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. No; el hombre que acapara todas las miradas y aprensiones de futuro, se ha convertido en una especie de héroe para muchos catalanes. Sus orígenes paternos están en Valladolid, es taciturno, severo con los periodistas, está en la cincuentena. Se llama Josep Lluís Trapero y es el mayor de los Mossos d’Esquadra, que han ejercido, con algunos reparos, una encomiable labor contra la banda del terror islamista.
Los mossos han pasado del desprestigio a la gloria. Justo es el elogio a lo que han hecho y a cómo los ha dirigido Trapero. Incluso, me atrevería a elogiar, con alguna reticencia, el papel del conseller de Interior, Joaquim Forn. Y digo lo de las reticencias porque es cuestión de tiempo que Forn, un fanático ultra independentista, meta una pata sonada. De momento, ya ha logrado que los sindicatos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil protesten por haber sido ninguneados en las investigaciones. Y también porque el Parlament, a la hora de repartir medallas y honores, se haya olvidado de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, premiando solamente a los autonómicos. Error tras error: esas sí que son actitudes sectarias criticables, más todavía que el hecho de que el número dos de los mossos dejase de tomar en consideración una información clave llegada de Bélgica sobre el imam de Ripoll.
Ahora, con este nuevo protagonismo de los mossos, vuelven las especulaciones acerca de qué harán cuando tengan que seguir los dictados de la Generalitat o del Gobierno en lo tocante a impedir que se celebre el referéndum independentista... o facilitar que se celebre. Me dicen que Trapero, y con él la mayor parte de los responsables de la policía autonómica, guardan un impenetrable hermetismo: solo aseguran que cumplirán la legalidad, sin especificar lo que entienden por tal.
Por eso, todas las miradas convergen en Trapero, que se ha ganado un indudable prestigio, al margen de sus desplantes contra algún compañero extranjero que le pedía que hablase en castellano, porque no le entendía en catalán. Me cuentan que difícilmente podría considerarse al mayor de los mossos como un furibundo independentista. Tampoco busca, más protagonismo político que el de la eficacia. Pero, me añaden, sus simpatías por el Gobierno son más o menos las mismas que siente hacia esa CUP que acabará, temen en la Generalitat, cargándose, por exceso, el procés.
Un procés que ahora está en buena parte en manos de los mossos. Quedan menos de cuarenta días para el potencial choque de trenes y todos, mossos incluidos, guardan silencio. De la irresponsabilidad política de estar dejando sobre los hombros de un cuerpo armado el futuro de un territorio y de sus habitantes es algo de lo que hablará la Historia. De Trapero, para bien o para mal, también hablarán, aunque, como decía Pujol cuando le respetábamos, no debería tocar, las páginas, buenas o malas, de la Historia; él tendrá que elegir. A eso hemos llegado.

El hombre más importante

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