Las redes sociales, arma arrojadiza

Reconozco que me incorporé bastante tarde al mundo del ordenador. A este mundo sin el que ahora no podría vivir para desarrollar mi trabajo como periodista. Cuando en el periódico en el que trabajaba me dijeron que tenía que cambiar mi vieja Olivetti por una máquina eléctrica, el mundo se me puso del revés y me resistí numantinamente hasta que no tuve vuelta atrás.
De este modo dejé aparcado el ejercicio diario de correr manualmente el carro cada línea terminada y cuando sonaba una campanilla. Pensé que el mundo se había vuelto loco. Desde que comencé a juntar letras y palabras en el papel en blanco no conocí otra cosa que el teclado manual al que permanentemente aporreé de forma contundente e intensa. Costumbre que sigo teniendo como si fuera una guerra permanente entre las letras y los signos y yo, destrozando los teclados fijos y móviles de mis ordenadores.
Traigo esto a cuento puesto que hoy quiero hablar de las redes sociales, ese término originado y nacido como grupo de amigos desde la comunicación que se dirige hacia colectivos, comunidades, individuos, organizaciones, vinculados unos a otros para potenciar el contacto, el intercambio de información, o sea las relaciones sociales. Esto visto así parece algo normal, sencillo y sin mayores pretensiones o problemas. Y la verdad es que es todo lo contrario.
Llevo tiempo pensando que los legisladores de todo el mundo tienen en las redes sociales una gran brecha abierta por la que mana diariamente bilis, porquería y, sobre todo, mentiras que como decía el ministro de la propaganda de Hitler, como se repiten miles de veces se convierten en unas segadas verdades que son muy difíciles de desmentir luego.
Los tuits, que son el método más utilizado por los que navegan en las redes sociales, son auténticas armas arrojadizas que se lanzan sobre la línea de flotación de la honradez y credibilidad de las personas sin que a los que lo hacen les caiga sobre su cabeza el peso de la ley.
Una Ley que es necesario que sea muy clara para que la impunidad, como ocurre ahora, no pueda seguir campando de forma arbitraria en los mensajes que lanzan esas basuras de personas, de uno y otro sexo, que se escudan en los mensajes difamatorios, obscenos y casi pornográficos, que navegan por las redes sin que les ocurra nada.
Es el momento de la verdad. Las redes sociales y los mensajes que en ellas se cuelgan tienen que disponer de una regulación. Para mí la libertad de expresión ha sido siempre mi faro y guía en mi trabajo. No admito ni admitiré a los que practican el libertinaje envuelto en la bandera de la libre circulación de las malas ideas. Y esto es lo que está ocurriendo y navegando en estos momentos por las redes sociales. Una auténtica pena.

Las redes sociales, arma arrojadiza

Te puede interesar