Si los corruptos volaran

Decía el filósofo Josep María Esquirol en una entrevista reciente que “para orientarse algo mejor es conveniente desconectarnos de la realidad”. No le falta razón porque, en palabras de Castelao, “a realidade actual da noxo”. En los últimos meses los casos Gürtel y Púnica, Palau y Pretoria, Narcís Serra en Caixa Catalunya, las desvergüenzas de Rodrigo Rato y los Pujol y muchos otros casos de corrupción fueron noticia en todos los medios de comunicación. Solo con esto, Quico Pi de la Serra cantaría ahora “Si los corruptos volaran no veríamos el sol”.
Por si no fuera suficiente, la semana pasada irrumpió Ignacio González con su trama corrupta que tiene muchos implicados y ramificaciones en familiares y empresas, siembra sospechas sobre una magistrada y el papel de la Fiscalía y casi agota la tipología delictiva del Código Penal. 
Por tanto, en días como estos es conveniente desconectar de la actualidad. Pero aunque “a realidade da noxo”, Castelao añadía que “non podemos fuxir dela”, hay que cambiarla. Como están haciendo la Policía y la Justicia sentando en el banquillo a los corruptos para que paguen tanto latrocinio y devuelvan lo robado.  
No actúan con la misma diligencia los partidos que están perdiendo la oportunidad de regenerar la vida pública, el gran reto que tiene planteado España. Esa regeneración debe comenzar “fumigando” a todos los partidos –empezando por el Popular que necesita una catarsis profunda–, a sindicatos, patronales y empresas y urge regenerar las instituciones, incluida la Judicatura, para que los ciudadanos recuperen algo de confianza en el sistema.   
El caso Lezo no es uno más, es un mazazo que indigna a los españoles que pasan mil sacrificios y tienen la sensación de ser unos imbéciles que contribuyen a la causa común mientras otros, que deberían ser ejemplares, roban a espuertas. Es un episodio que entraña tanta gravedad que resulta demoledor para todos los ciudadanos y para el propio sistema democrático y tiene mala pinta. Sus consecuencias son tan imprevisibles que hasta puede ser la espoleta que desencadene la desestabilización de España. 
La corrupción alimenta los populismos, su objetivo es deslegitimar al sistema, asaltar el poder y después instalar el caos. No es esa la alternativa que necesita el país pero, si los viejos partidos no se regeneran, es la alternativa que viene. Por eso, en esta hora muchos ciudadanos hacen suya la expresión de Unamuno “me duele España”.

 

Si los corruptos volaran

Te puede interesar