Mentiras y lamentos

Esto es como en el tango. Nos contaron tantas mentiras que ya nadie hace caso de nuestros lamentos. El “raca-raca” del Gobierno, acompañado por el partido que lo aguanta y sus cómplices necesarios, papel que se reparten los que le llevaron hasta Moncloa y otros centros de poder, los que ayudan desde sus terminales en la llamada brunete mediática, eran una ristra de mentiras que todos sabíamos y ellos escondían.
Ahora, desde las instituciones europeas, ponen colorados (bueno, eso es imposible, pero la frase queda bien) al presidente de Gobierno, ministros, secretarios generales y otras especies –por ejemplo los amiguetes disfrazados de asesores que nos cuentan 25 millones de euros al año– con el llamado informe “España 2017”, que desmonta la propaganda gubernamental.
Estas son las cifras, ante los cuentos de la política marianista: hay riesgo de confrontación social, ante la situación de un país con más del trece por ciento de los trabajadores que están en riesgo de pobreza; con el veintiocho por ciento de los ciudadanos en riesgo de exclusión social; con la clara probabilidad de que en la economía española se instalen tasas de pobreza elevada incluso entre los colectivos con empleo.
Añadan la elevada contratación temporal (un veintisiete por ciento) con una duración inferior a siete días y un setenta por ciento de los trabajadores jóvenes que perciben menos de mil euros de salario y que un parado en España cobra el sesenta y uno por ciento de sus ingresos anteriores (en Francia y Alemania el 67% en Finlandia el 76% y en Dinamarca el 84%) y, según el informe aquí el salario más frecuente no alcanza los diecisiete mil euros al año.
Estas cifras desmontan el gran slogan del Gobierno de Rajoy, el España va bien y somos el asombro del mundo, ya que no se atreve a presumir de otra clase de políticas sociales, y mucho menos sacar pecho en asuntos como la igualdad, la lucha contra la corrupción, los valores cívicos, etc.
La política “seguidista” que dictaban, los mismos que ahora le critican, solo significó miseria, ampliar la desigualdad entre los ciudadanos y crear una brecha profunda entre la España rica (cada vez más rica) y la España empobrecida que se sitúa a niveles de la postguerra, al tiempo del racionamiento y el estraperlo que ahora adquiere otros métodos como nos cuentan cada día en los juzgados. Ante tanta mentira, las urnas. ¿Hay que votarlos o hai que botalos?

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