No es una fiesta

Nos recordaban hace unos días que cuando la ONU declaró en 1975 “El año internacional de la  mujer”, aquella tele en blanco y negro emitía un anuncio del Banco de Bilbao autodenominándose “el banco de la mujer”. Incluso editó una revista, patrocinó un premio y aseguró que “no se trataba de marcar diferencias sino de ofrecer igualdades”.
En aquel tiempo, con el dictador en el poder y el nacionalcatolicismo campando por sus respetos, las españolas no podían abrir una cuenta corriente sin permiso del marido y en cuanto a la capacidad de prestar consentimiento en cualquier contrato de compra o venta, el artículo 1.263 equiparaba a las casadas con los menores, los dementes y los sordomudos (busquen, si no lo creen, en las hemerotecas o hablen con sus madres y/o abuelas). 
Desde entonces y hasta la fecha las mujeres en España formaron un ejército, silenciado por la sociedad que le rodeaba y en contra de la ultraderecha que mangoneaba la justicia, la iglesia, el poder legislativo y el ejecutivo. 
Uno, por su edad, vivió aquellos tiempos donde el régimen intentó lavarse la cara con algunas concesiones que sirvieron para, muerto el dictador, redoblar la lucha por la igualdad y en Madrid ¡en el colegio de las monjas franciscanas!, se celebran las primeras jornadas por “La liberación de la mujer”, donde ya se expusieron reivindicaciones que iban desde el divorcio, hasta el aborto, pasando por la necesidad de una educación de la sexualidad.  
Ahora, las comparaciones pueden ser odiosas dicen, tiene que salir el presidente Rajoy para amortiguar el ruido que desde su partido se hizo para oscurecer esta fecha, este día que aún hoy que es “feriado”, no es una fiesta pues mucho queda en el camino. Aún muchas mujeres tienen que enfrentarse con el machismo en la calle o en las instituciones. Aún la desigualdad en el salario es una lacra que debe avergonzarnos a todos. 
Aún, y estos días salen a la luz cientos, miles de casos, en la administración, en la universidad, en la empresa pública, en la política y en la vida cotidiana, las mujeres tienen que mantener un arduo esfuerzo para demostrar su valía y una lucha constante para evitar el zafio machismo de buena parte de quienes las rodean.
Por eso desde este balcón, aplaudiendo la decisión de celebrar con  una festividad todas las conquistas de nuestras compañeras, insisto en que aún no es una fiesta. Y ahora, a la manifestación…

 

No es una fiesta

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