No había luz

Lo prometió Rajoy. Lo proclamó Montoro. Lo apuntó, el éxito, entre la Virgen y el Gobierno, la ministra de desempleo. Le hicieron coro en el partido y lo propagó la prensa de trincheras y aplaudieron los estómagos agradecidos. Ellos sí habían “catado” la luz al final del túnel.  
Y es que para los ciudadanos no llegó la luz luego del túnel, sino la injusta crisis. Todavía hoy cuatro millones setecientas mil familias españolas sufren lo que se conoce como “pobreza energética. O cenan o ponen la estufa. 
Tampoco llegó la luz para esos dos grandes segmentos de la población: los jóvenes y los prados de más de cuarenta y cinco años. Sus cifras indignan a la ciudadanía y preocupan en la Europa de los mercaderes.
Y es que para ellos, que son una auténtica legión, la única luz que llegó a sus hogares incluía la factura. Una factura que incluye el agua, el sol y el viento, amén de los sueldos de los consejeros que entraron por la puerta giratoria, alguien los contó ya: son treinta y ocho, y a esos sí que llegó la luz. ¡Qué digo la luz… la lámpara de Aladino, el botín de Alibabá!
Y a todo esto “los idus de diciembre” nos traen una bajada sensible en los ingresos de la Seguridad Social y unos trabajadores que son más pobres. Y es que el paro no ha ido a peor, pero el peso del empleo va cuesta abajo.
Estos son los datos oficiales de Hacienda y de Trabajo, sometidos a lo que se conoce como la cocina de las estadísticas.
Un expolítico, al que echaron entre un juez y los ciudadanos, brama desde su púlpito las bondades del Gobierno y excomulga a quienes denuncian la situación, con el epíteto de catastrofistas. No, hombre. No es necesario hacer catastrofismo, pues esto es una catástrofe.
No había luz, puesto que seguimos en el túnel. Y para más inri, los que llevan el tren –si no están en la trena o no están encausados, investigados o ya señalados por el dedo de la Justicia– siguen a toda la velocidad dejando por el camino un montón de atropellados: y se metió la mano en la hucha de las pensiones.
De los sesenta y seis mil millones que se encontraron, hoy quedan poco más de once mil millones. ¿Catastrofismo? No, hombre, no. Esto es una catástrofe.
La ciudadanía tiene que cambiar el interruptor para que se haga la luz, abandonemos la sombra de la corrupción y recuperemos la dignidad. 

No había luz

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