Cafés en compañía

Existen numerosos estudios sobre los pros y los contras que tiene para la salud el simple y rutinario hecho de tomarse un café. Entre los beneficios encontramos en que es un aliado contra el parkinson, bueno para la vista, reduce el riesgo de diabetes, mejora la memoria, colabora para tener un corazón sano o que combate la depresión, entre otras. Pero la ingesta de esta semilla tostada también tiene su lado negativo, que pasa por la ansiedad y el estrés, deshidratación, reduce la fertilidad, puede dar problemas en el embarazo, en exceso daña el corazón y puede ser adictivo. Los expertos recomiendan un máximo de tres o cuatro tacitas al día, porque a partir de la quinta ya empezarían todos los perjuicios para la salud humana, si bien, los sanitarios indican que sus efectos dependerán de cada individuo.
Lo que no cuentan estos estudios son las consecuencias que puede tener el hecho de tomar el café en compañía, en soledad, en la intimidad o en un lugar público o privado. Tomarse un café sirve para casi todo. Para intercambiar una confidencia, para iniciar o sellar un negocio, para charlar, para elucubrar o para buscar alianzas o rupturas políticas...
Generalmente se suele quedar para tomar un café un día, pero ese día nunca llega, a no ser que alguno tenga interés en, si hablamos de política, tocar la línea de flotación del partido propio o de los rivales en la contienda electoral. Entonces sí, coge el teléfono y llama con cualquier pretexto a quienes quiere invitar.
Lo que no pueden pretender es que nadie los vea y, sobre todo, que no lo cuenten. Es más, me atrevería a decir que incluso podría haber fotografías pululando entre decenas de móviles antes de que los cafeteros dieran el primer sorbo. Imaginemos, por ejemplo, que los portavoces de tres partidos políticos de una corporación, llámense Tomás Fole, Jesús López y Gaspar Somoza, quedan en una cafetería para hablar de cuestiones relacionadas con los presupuestos de Vilagarcía.
Todos ellos tenían la excusa para verse e intercambiar opiniones. Carecían de información sobre las cuentas justo en un momento en el que el otro grupo que dice estar en la oposición municipal daba pelos y señales sobre el documento. Al partido que ostenta el gobierno puede gustarle más o menos que unos políticos de diferente color y en las antípodas en lo que se refiere a la ideología puedan sentarse y hablar para alcanzar una postura común o no.
Lo que se escapa ya del juego político es que en un debate plenario en el que se confrontan posturas dispares se utilice la ingesta del café famoso como arma arrojadiza. Vamos, como si estuviese mal que un político que no piensa igual que otro cambie impresiones sobre la situación municipal o, simplemente, hablen de fútbol. El reproche de la portavoz municipal del grupo en el gobierno no viene a cuento y se lo podría haber ahorrado porque podría dar lugar al malentendido de que entiende al rival político como enemigo y me consta que no es así. Muchas veces, gracias a un café a tiempo se han resuelto muchos conflictos, cerrado negocios productivos y hasta acordado salarios. Por tanto, queden para tomar café y hablen. Hablen mucho

Cafés en compañía

Te puede interesar