Campanada por despecho

En un grupo de amigos siempre hay quien lleva la iniciativa y quien protesta por todos y cada uno de los planes que se proponen sin plantear una alternativa en positivo. Si el colectivo decide ir a una discoteca, resulta que el personaje en cuestión malmete con quien puede porque para él sería mejor otra forma de diversión. Por supuesto, sin desvelar cuál, no vaya a ser que también sea objeto de crítica por tomar decisiones.
En la política se producen, salvando las distancias, situaciones parecidas. Imaginen un partido con varios concejales que propone una serie de iniciativas pensando que se trata de lo mejor para la ciudadanía y resulta que un edil se rebela y vota en contra solo por el hecho de que no salga adelante esa propuesta. Es más, hasta le da igual que fuese un asunto defendido por él históricamente, porque lo que le mueve no es el interés general ni la defensa de una idea, aunque sea utópica, sino dejar patente la mediocridad que supone ir en contra de unos principios que, a tenor de los hechos y de la falta de personalidad, han quedado muy lejos.
Estos concejales díscolos que solo responden a la voz de su amo, metafóricamente hablando, son incapaces de justificar sus decisiones en los plenos y cuando toman la palabra, aún erigiéndose en representantes de plataformas en las que solo figuraban por cupo, demuestran una torpeza propia de quien solo se sienta en los foros, llámese la ejecutiva de un partido o un grupo municipal en un Pleno, para levantar la mano si su líder se lo ordena.
Defiendo la libertad de cada persona para votar en función de su conciencia, pero detesto las “vendettas”, incluso las políticas, porque lo único que consiguen estos “justicieros” de tres al cuarto es el efecto contrario de todo lo que promulgan. Y lo peor de todo es que, a pesar de que sus decisiones son vinculantes y pueden perjudicar a miles de vecinos, se sienten satisfechos porque los que antes eran de los suyos no se salieron con la suya.
Pongamos un ejemplo práctico como una rebaja del IBI, algo que afecta a los bolsillos de todos. La votación se produce en un contexto en el que hay un gobierno en minoría, que se apoya en una muleta que ejerce un “trágala” sin precedentes diciendo que sí a todo, en aras de la responsabilidad. Vale, pero aún así, al ejecutivo le faltaría uno para la mayoría. En esa Corporación quedarían otros tres grupos políticos, que unidos podrían sacar adelante sus iniciativas. Pues bien, el grupo de gobierno y su bastón abogan por un tipo impositivo del 0,55 para el IBI y los otros el 0,54. Si nos atenemos a las matemáticas, lo lógico sería que saliese adelante la propuesta del 0,54, pero no, se aprobó la del 0,55 porque ese amigo “raro” de la pandilla quiso ser distinto y lo que hizo fue dar una campanada. Y todo por despecho. Penoso. Impropio de un concejal serio y con criterio.

Campanada por despecho

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