Cantar victoria

Leo los fríos datos estadísticos y observo que en 2016 se ha creado empleo en el conjunto de las comarcas arousanas, con la nada desdeñable cifra de casi 2.000 personas menos en las listas del paro. Sin embargo, cada día, cuando salgo del periódico, suele ser muy tarde, me encuentro a una o varias personas rebuscando en los contenedores algo mínimamente comestible que sirva para alimentar a los suyos sin recurrir a la beneficiencia. Sin duda, no ha tenido la fortuna de encontrar un empleo el pasado año y espero por su bien, y el del conjunto de la sociedad, que lo consiga a lo largo del que acabamos de estrenar.
Puestos a pedir, me gustaría que ese puesto de trabajo fuese estable, ya no me atrevo a decir indefinido, y que le permita salir de la situación en la que se encuentra que, por lo que observo, está al borde de la indigencia, por no decir metido de lleno en ella. Y no solo eso, sino que su salario le permita acudir al supermercado siempre que lo necesite, o adquirir esos zapatos que tanta falta hacen a los niños o un nuevo abrigo ahora que estamos en invierno.
Algo que se da por hecho en la estadística no lo es tanto en la vida real. Es cierto, muchos han encontrado un empleo, pero otros tantos se han quedado sin él en un abrir y cerrar de ojos. Otros siguen en la empresa, pero tan solo un par de horas al día y algunos han conseguido mayor estabilidad en su contrato a cambio de una remuneración que sirve para poco más que apretarse el cinturón desde el mismo día en que la nómina llega a casa.
Está bien que descienda el desempleo. Decir o pensar otra cosa sería de necios, pero para que de verdad se note la recuperación económica de la que tanto nos hablan los políticos habría que adecuar los salarios al trabajo que se desempeña y al coste actual de la vida.
Para muchos, que se estropee el coche, que se rompa la lavadora o que se produzca cualquier contratiempo que suponga un coste económico supone todo un mundo y un problema de dimensiones considerables, simplemente porque el sueldo es de subsitencia.
En estas fiestas he recibido un mensaje de felicitación, a lo mejor alguno de ustedes también, en el que entre otras cuestiones se decía que si a uno le queda la ropa apretada es porque tiene bastante para comer o que si al final del día llegaba reventado a casa era porque tenía la suerte de tener un trabajo. Este mensaje me ha hecho reflexionar, porque en los tiempos que vivimos la mera supervivencia por los propios medios no debe suponer una odisea.
La precariedad, y de eso sabemos bastante, en esta comarca, se está convirtiendo en habitual y lo que me parece un poco peor es que da la sensación, en líneas generales, que se acepta esta situación con cierta resignación. Estoy seguro de que alguno de ustedes, al igual que yo, ha escuchado o participado en alguna conversación en la que se concluye que es afortunado quien se encuentra en una situación laboral normal, es decir, trabajando sus horas y percibiendo un salario acorde y digno por ello. Pocos se rebelan contra la injusticia que supone la temporalidad, la retribución mínima o el comulgar con ruedas de molino para no perder lo poco que se haya podido conseguir, y no verse obligado a rebuscar en los contenedores un paquete de salchicas caducadas con el que comer al día siguiente. Me congratula, y mucho, que en el balance anual el paro haya descendido en Arousa, pero no, no cuenten conmingo para cantar victoria.

Cantar victoria

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