Cuestión de hábito

Los seres humanos vivimos anclados en las costumbres. Lo que se hizo toda la vida es poco menos que sagrado para una buena parte de la sociedad. Una alternativa diferente al hábito heredado y asimilado supone todo un contratiempo y un choque de mentalidad que precisa de un periodo de adaptación. Pero los tiempos están cambiando y es preciso amoldarse cuanto antes a lo que viene, más que nada poruqe aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor suena a falacia y a inmovilismo.
El medio ambiente es un ejemplo claro de la evolución de las personas civilizadas. Sin situarnos en los extremismos, creo que hoy en día todos somos conscientes de una serie de mínimos y que debemos respetar la naturaleza, esto es, no agredirla, al tiempo que aportamos nuestro granito de arena para vivir en una sociedad más concienciada sobre los problemas que derivan de la contaminación.
Aparte de las grandes políticas, que tienen que ver con las estrategias que sigue cada estado, a nosotros nos toca implicarnos en una gestión adecuada de los residuos sólidos que generamos. Hace años iba todo al mismo saco. Con la llegada de los contenedores de diferente color nos fuimos acostumbrando a tener varias bolsas en casa y realizar una primera separación y favorecer lo que entonces se denominó las “3R”, un concepto novedoso y ahora asumido por una mayoría que nos invita a reducir, reutilizar y reciclar.
Y ahora nos encontramos en otro momento estratégico y de cambio de mentalidad porque a esos conceptos debemos sumar el del compostaje, es decir, la descomposición de la materia orgánica a través de bacterias y hongos y por animales detrívoros como lombrices y escarabajos que tiene como resultado un producto fertilizante y regenerador del suelo de alta calidad, denominado compost.
Muchos dirán que algo similar hacían nuestros abuelos, pero la realidad es que somos nosotros, en este momento, los que tenemos que concienciarnos que la basura ya no es una mercancía de la que hay que deshacerse cuanto antes. La apuesta por el compostaje que se está realizando desde el Concello de Vilagarcía requiere de un compromiso activo de la ciudadanía y aquí regresamos al asunto de los hábitosd que hablábamos al principio.
La colocación de composteros en diferentes puntos de la ciudad está siendo, en líneas generales, aceptado por los vecinos, menos en A Coca, donde se ha creado una plataforma en contra de este sistema. Sus razones tendrán y sus posiciones son tan respetables como los que tienen los residentes de esa misma zona que sí están a favor.
Debe ser la Administración local, a base de diálogo y pedagogía, la que haga entender a la mayoría de que las sociedades modernas avanzan por este camino en lo que a la gestión de residuos se refiere y que si mantenemos la idea y la mejoramos entre todos podemos convertirnos en líderes de los cambios medioambientales que se avecinan.
Y, oye, no estaría nada mal que Vilagarcía y Arousa se conviertan en un referente en este campo, porque el éxito no será del político de turno, si no del vecino que día a día colabora de forma silenciosa, pero constante en la mudanza de hábitos de otras épocas a las que corresponden al siglo XX.

Cuestión de hábito

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