El intermediario

La Festa do Albariño, después de seis décadas y media de celebración ininterrumpida, se ha convertido en un escaparate de la pujanza del sector del vino no solo en Arousa, sino en toda Galicia. Su arraigo popular ha sido determinante para que miles y miles de personas reserven los primeros días de agosto para empaparse de este caldo único y dejarse llevar por los efluvios que desembocan en el llamado espíritu albariñense, un duende que contagia y que convierte a uno en defensor de por vida de la fiesta y su vino. También tiene su parte elitista, tildada de un acervo cultural que ha contribuido a darle fama internacional y a quedar inmortalizada en la prosa de los más grandes a través de pregones únicos.
Un albariño bien merece un buen manjar, por lo que el Xantar también forma parte de la idiosincrasia de una fiesta única que atrae por igual a todo el mundo sin importar la condición social.
El Albariño siempre ha tenido fama de ser una fiesta politizada, con la presencia de las élites y el reparto de las capas del Capítulo Serenísimo de un modo arbitrario, cuestión que con el paso de los años se ha ido suavizando para avanzar hacia un consenso que todavía no se ha instaurado.
En esas sobremesas que invitan a la tertulia sosegada entre los mandamases de la sociedad gallega y española se han gestionado muchas inversiones para el municipio y baste dar un paseo por la villa para darse cuenta de que han sido muchas. Este proceder tiene defensores y detractores pero una cosa está clara, sin la presencia de las élites, sin la contratación de grandes conciertos y sin el apoyo del famoseo, el evento dejaría de tener la repercusión mediática actual, si bien, al menos eso creo, mantendría la popularidad.
Este es un eterno debate que debe tender a la separación de la política de la fiesta. La decisión de los dirigentes de no participar en el desfile ha sido un acierto y debería seguirse por ese camino. Sin embargo, en vísperas del evento la confrontación parece que quiere aflorar con la petición del BNG, uno de los socios del cuatripartito, de no invitar al presidente de la Xunta al Xantar oficial del Albariño por el escaso o nulo apoyo que el Gobierno gallego le está dando al Concello en su condición de Ciudad Europea del Vino.
Es evidente que el apoyo de la Xunta está siendo tibio cuando debería volcarse y ofrecer toda su infraestructura para que no solo Cambados, sino la industria del vino y con ella toda Galicia ofrezca la imagen que realmente tiene. Estos juegos políticos a nada conducen y lo que consiguen es enturbiar el normal desarrollo de la Festa do Albariño. La formación nacionalista tiene razón en exigir a la Administración autonómica lo que le corresponde a Cambados por derecho, pero debería repensar si la solución es el diente por diente y no invitar al presidente de la Xunta a esa comida, que bien podría servir para encauzar la situación con el espíritu albariñense como intermediario.

El intermediario

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