Estatuas en la memoria

La época en la que los gobernantes sentían la necesidad de dejar un legado de su gestión a modo de gran mausoleo, llámese autopista, auditorio, paseo marítimo y demás obras relacionadas con el ladrillo ha pasado a la historia. Y no porque los dirigentes entiendan que al buen gestor de los dineros públicos se le mide por otras cosas, sino porque la sociedad, después de la crisis de la que nos está costando tanto salir, demanda otras acciones. Pensar en las personas, en su bienestar, en cubrir los servicios básicos y destinar los escasos recursos que tienen las administraciones a favorecer la igualdad real no se pueden palpar ni admirar, pero quedan en la memoria colectiva y eso tiene mucho más valor que la mejor de las rotondas de diseño o que los bancos vanguardistas de cualquier flamante paseo.
Atender los pequeños detalles, las necesidades de quien se ve apurado en un momento determinado de su existencia es aportar valor añadido a la sociedad, porque permite que esas personas que, por circunstancias de la vida, no están en la mejor situación, también tengan la oportunidad de sentir un respaldo, en este caso público y no solo de la beneficiencia, para desarrollar todo su potencial sin verse condenado a vivir el resto de sus días al borde de la exclusión social.
Esta forma de ver la política incluye otros aspectos como dar valor a los creadores, potenciar la cultura y dar oportunidades a los nuevos emprendedores.
Solo es cuestión de establecer prioridades y asumir las críticas que puedan aparecer por llevarlas a cabo, puesto que, como es evidente, siempre habrá quien vea lesionados sus derechos, sus anhelos o sus intereses o porque, simplemente, echará de menos una política de hormigón y asfalto.
Todo el mundo entiende que las administraciones públicas, en este caso los ayuntamientos, no tienen capacidad para atender todas las demandas, pero sí para establecer unas pautas, unos parámetros por los que regirse poniendo por delante a las personas. 
Por eso, lo que se está haciendo por parte de algunos departamentos de Servicios Sociales, con mil y una acciones que quedan en el anonimato de la gestión diaria, es encomiable, así como las que ven la luz como la iniciativa de Vilagarcía de sufragar el carné de conducir a una quincena de personas con escasos recursos.
Esto les aporta una de las herramientas que precisan para enfrentarse al mundo laboral con opciones de éxito a través de su valía profesional. Este tipo de acciones no se ven a diario como si fuesen una estatua en el centro de la ciudad, pero permanecerán imborrables en las retinas de quienes han podido desarrollar su proyecto de vida. Y ese es el mejor legado de un político.

Estatuas en la memoria

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