Matar al mensajero

Matar al mensajero es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas o inconvenientes noticias a quien las recibe. Esto era muy común cuando los mensajes eran enviados por emisarios humanos. La aportación de noticias ha ido evolucionando y hoy en día existen múltiples plataformas a través de las cuales se puede comunicar. Sin embargo, todavía quedan personas que piensan que pueden tomarse la justicia por su mano cuando una información, pongamos por caso periodística, no les parece adecuada. Los periodistas somos en cierta forma y salvando las distancias los herederos de aquellos mensajeros cuya vida dependía del escueto contenido de un pergamino, convertidos ahora en periódicos.
Una película titulada precisamente “Matar al mensajero” cuenta la historia real del periodista estadounidense Gary Webb, que estuvo en el punto de mira tras poner en evidencia las conexiones de la CIA con el mundo de la droga, y demostró que los barrios negros del país fueron inundados de crack mediante un narcotráfico destinado a abastecer de dinero y armas a la inteligencia norteamericana.
En el ámbito local los asuntos no son tan trascendentales para la seguridad mundial, pero a su nivel de vez en cuando también generan polémicas, personajes que se sienten aludidos o disgustos más o menos llevaderos. 
La publicación por parte de este diario de una noticia que se hacía eco de la preocupación de un buen número de padres porque un joven de A Pobra, que ya cuenta con historial delictivo, difundió en las redes sociales un vídeo incitando al consumo de cocaína me ha hecho recordar los tiempos en los que se mataba al mensajero. Resulta que cuando el autor de esa arenga a la drogadicción asimiló la trascendencia de sus actos, en lugar de arrepentirse y pedir perdón a la sociedad a través de los mismos medios, lo que hace es envalentonarse y retroceder a la Antigüedad, época en la que se mataba a los mensajeros que portaban malas noticias, y a la Edad Media donde ya eran más benevolentes y “solo” le daban una paliza.
Entre improperios y gestos elocuentes, este chaval amenaza de muerte en reiteradas ocasiones al periodista que redactó la noticia en un alarde de soberbia y de creerse impune que le conduce a un camino sin retorno hacia la exclusión. Que sepa el muchacho, que yo también suscribo y firmo la noticia en cuestión de la primera a la última letra, por lo que ya tiene a otro en la lista.
De todos modos, imagino que cuando se serene se dará cuenta del error que ha cometido y ese será un buen momento para que se plantee comportamientos futuros.

Matar al mensajero

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