La música pura de Eligio Vila

Recuerdo aquellas películas rancias y antiguas en las que una bestia trataba de atacar a la protagonista, generalmente una chica joven y aparentemente frágil. En algunas de ellas trataban de amansar al animal a través de la música, de la música clásica, porque se suponía relajante. El efecto del sonido acompasado de las notas musicales hacía que esa fiera salvaje desistiese de sus bajos instintos y, aunque solo fuese por un momento, sus sentidos se centraban en la composición para deleitarse con un sonido armonioso, virtuoso, único y con sentimiento. En ocasiones, esta demostración de sensibilidad hacia la cultura costaba la vida al animal o, en el mejor de los casos, que fuese ahuyentado por el actor principal, generalmente un hombre curtido y con los músculos marcados en cada centímetro de su piel.
Lo curioso del asunto es que la bestia se deja seducir por una demostración cultural en constante evolución, mientras que el apuesto galán apela a la fuerza de sus bíceps voluptuosos y a un coraje sin domesticar para conseguir su propósito, que no era otro que el de liberar a la joven desprotegida, que siempre acaba acurrucada en los pectorales del hombre, en un alarde de machismo cinematográfico que se repite una y mil veces en diferentes contextos y que en nada ayuda a la educación en igualdad.
Ante esta secuencia, me pregunto qué pasaría si la historia fuese el revés, es decir, si este “tarzán” fuese el malo de turno, tuviese a la otra persona a tiro y se escuchara el sonido de los violines. Mucho me temo que conseguiría su propósito, porque por mucha sinfonía de Beethoven a todo volumen que se le pusiera no sería capaz de apreciar el arte. Quizá otros sonidos que incentiven la testosterona podrían hacerle reaccionar, pero sabe dios como... Esta situación, un poco exagerada, sirve para demostrar que todavía estamos a años luz de disponer de una cultura musical acorde a una sociedad avanzada. Somos salvajes a los que conviene domesticar a base del estudio de un arte que enriquece la mente y abre la posiblidad de emprender un viaje a través del mundo y a bordo del barco de la imaginación.
Esta falta debe corregirse a través de la educación en los colegios. Conocer la música, saber interpretar un pentagrama, tocar un instrumento, documentarse y empaparse de los clásicos redundaría en nuestro nivel cultural, nos enriquecería como seres humanos y contribuiría a que las mujeres y los hombres del futuro sean más solidarios y tolerantes.
Puede parecer pretencioso, pero la música, si se escucha desde el conocimiento, tiene unas connotaciones que dignifican. Por esto, y por mucho más, claro está, es fundamental la asignatura de Música en los colegios impartida por profesionales debidamente cualificados y que sepan transmitir al alumnado.
Uno de esos docentes ha sido Eligio Vila, un hombre entregado a una pasión que ha convertido en orgullo para el conjunto de los arousanos. A base de constancia y de muchas horas de estudio frente a un piano, este compositor ha alcanzado ya talla internacional, que para la música clásica diseñada desde Arousa supone todo un hito.
Precisamente ayer, finalizó el estreno mundial en Isla Margarita (Venezuela) de una de sus últimas composiciones, “Concierto para orquesta, Op 21), bajo la batuta del director y maestro Ecbeht Lucena, quien calificó la obra de Eligio Vila de “alto quilate” al expresar la pureza de la música “para dar vida a vivencias olvidadas”.
El legado cultural de Eligio Vila ya es perenne y no solo por este éxito, sino por su amor hacia una comarca que lleva el nombre de otra de sus creaciones, “Rapsodia Arousá”, que también será interpretada allende el mar el próximo año. El talento, unido a la pasión y a la perseverancia, han convertido a Eligio Vila en una figura de la música, no en vano seis de sus composiciones fueron estrenadas por la Orquesta Sinfónica de Galicia, una de las más prestigiosas de España.
En Arousa, pues, queda un espacio para la música clásica que es preciso ensalzar porque nos sitúa en el mundo, aporta valor añadido y nos convierte en un referente cultural. Es evidente que Eligio Vila no es un Robinson Crusoe en esta faceta, pero sí uno de los que corchea a corchea y entre blancas y negras está siendo capaz de hacer soñar a miles de personas en todo el mundo con unos acordes imaginados, sentidos y plasmados desde Vilagarcía.
Cualquiera de sus composiciones, aunque por elegir una, me quedo con Rapsodia Arousá, por aquello del terruño, sería capaz de amansar a la fiera cinematográfica del principio de este texto. Y no solo eso, sino también tendría la cualidad de saber domesticar los instintos del supuesto salvador de la chica.
Les invito, pues, a conocer su obra. Seguro que habrá un antes y un después tras descubrir la música pura del artista que tienen por vecino.

La música pura de Eligio Vila

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