Tiempo de cambios

Entre calores sofocantes, tormentas refrescantes y bochornos en lo meteorológico, vivimos unos días convulsos en la comarca de O Salnés en lo que a la política se refiere. Todo comenzó con un congreso tranquilo pero con trasfondo en el PP de Vilagarcía, que ha servido para que Alfonso González Gallego diese el paso definitivo para liderar el partido conservador en la capital arousana. Esta decisión, que se ha madurado tanto que casi se cae del árbol, implica una paulatina pérdida de protagonismo de Tomás Fole y la promoción, tanto a nivel interno como de imagen pública del que con total probabilidad será el cartel electoral de los populares.
La fotografía de todos los alcaldes y portavoces municipales del PP de la comarca para criticar la labor de la Diputación en O Salnés es muy significativa, ya que el puesto de Vilagarcía fue ocupado por Alfonso Gallego y no por Tomás Fole o por cualquier otro concejal como, a priori, correspondería. El exalcalde, por lo que se ve, tiene las horas contadas en la vida política activa. Sigue siendo, al menos de momento, portavoz de su grupo en Ravella y también diputado nacional en las Cortes, pero esos cargos tienen fecha de caducidad por lo que, o mucho cambian las cosas, o me temo que Fole será más pronto que tarde un militante de base más que un día ocupó cargos de responsabilidad ganando elecciones para su partido, algo que no es baladí.
La política es así de cruel. Mientas alguien sea considerado un activo por parte del denominado aparato, lo promocionan, lo protegen y lo defienden ante cualquier imprevisto y si por alguna razón deja de serlo ya sabe que lo que le queda es el ostracismo.
Para sorpresas la que se dio en Sanxenxo. Tras las elecciones hubo cuatro partidos que ideológicamente solo coincidían en una cosa; evitar que Telmo Martín volviese a ser el alcalde. Esto fue motivo suficiente para conformar un cuatripartito, que enseguida se quedó con tres patas con la salida de Roberto Agís.
Pese a todo, la oposición del PP, con Telmo al frente, no fue muy beligerante que digamos y el tiempo ha demostrado que podría responder a una estrategia encaminada a volver a reunir bajo un mismo paraguas al centro derecha de Sanxenxo y aplicar unas políticas más acordes con el voto mayoritario de los vecinos en las urnas hace dos años.
Faltaba una excusa para romper un pacto que BNG y PSOE estaban dispuestos a mantener. El momento llegó con la obra de Luis Rocafort, la creación de una plataforma ciudadana y la supresión de unos cuantos aparcamientos. Gonzalo Pita, tibio al principio, llegó al punto de ebullición y cargó las tintas contra la Diputación. Poco tuvo que esperar después para que nacionalistas y socialistas mordieran el anzuelo del discurso partidista, dando pie a un desacuerdo que derivó en una ruptura que se mascaba desde que el líder de SAL levantó un bastón de mando que ahora entrega a Telmo Martín para convertirse en su segundo. Todo ello sin moción de censura y con SAL pagando la factura de la división y de su peregrinaje hacia una ruptura que podría desembocar en la desaparición de las siglas en próximas citas electorales.
Y claro está, en medio de todo este jaleo, las miradas van hacia Ribadumia y, sobre todo, a Cambados, donde temen que en cualquier momento pueda ocurrir algo similar. Todo pasa por el edil de Pode, el mismo que dio por sorpresa la Alcaldía a Fátima Abal en el último instante del Pleno de investidura. Si algo ocurre, que todavía está por ver, sería antes de la Festa do Albariño, una fecha marcada en rojo para unos y otros. Habrá que estar atentos a posibles desencuentros, exigencias varias y, sobre todo, a la paciencia del Bloque, que ha sido puesta a prueba en los últimos tiempos.

Tiempo de cambios

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