Un plan ajusticiado

nos dirán que es la herencia recibida y otros la consecuencia de una buena gestión económica para resumir los motivos por los que el Concello de Vilagarcía pondrá fin al Plan de Ajuste en 2018, dos años antes de lo previsto en un principio por los que lo pusieron en marcha para dar aire a la tesorería local. La situación financiera municipal lo permite y esta decisión política cuenta con todas las bendiciones del departemento de Intervención, que habla en estos momentos de estabilidad presupuestaria en la octava ciudad de Galicia.
Es justo reconocer que las bases se pusieron durante el mandato del Partido Popular con un Tomás Fole al frente que primó la gestión de la deuda al ejercicio de la política de calle. Establecer una senda de máximos en la aplicación de la austeridad en el gasto público, junto a otras decisiones fueron elementos determinantes para que perdiese la Alcaldía, su condición de presidente local del partido y, cuando se confirme de forma oficial, su adiós a la política local con Alfonso Gallego como candidato en su formación.
Los nuevos gobernantes se encontraron unas cuentas mucho más saneadas y lo que es más importante, con el trabajo sucio hecho. Como no podía ser de otra manera apelaron a la herencia en las cuestiones impopulares y a través del rigor presupuestario, pese a no contar con el consenso deseable para sacar sus cuentas adelante, han sido capaces de llegar a un punto en el que de una vez por todas el Plan de Ajuste que, entre otras cosas, implicaba una subida de impuestos del dos por ciento cada año.
Y todo ello con una política social sin altavoces, como debe ser, y digna de mención porque en este apartado concreto sí que funcionan las cosas y con los recursos que hay, a todas luces insuficientes, podría decirse que nadie está desamparado en Vilagarcía. Muchas de las medidas que se han ido adoptando a lo largo de los últimos meses tenían como finalidad la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos con menos recursos y en ese aspecto también destaca el hecho, nada desdeñable, de una reducción paulatina de impuestos que, por supuesto, a medida que las condiciones económicas de Ravella lo aconsejen, deberían suavizarse todavía más.
En fin, que la coyuntura económica actual permite saldar el Plan de Ajuste en un momento del mandato en el que se notará un incremento de la inversión real por parte del Ayuntamiento porque obras son amores y la cita con las municipales está a la vuelta de la esequina y todo político precisa legado por el bien del pueblo y del rédito electoral.

Un plan ajusticiado

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