Uvas con conciencia

l 2017 vive sus últimas horas y deja tras de sí tantos sueños como desesperanzas, los mismos que todos pedimos y deseamos al año que nacerá tras las doce campanadas y la ingesta de las llamadas uvas de la suerte que, si por ello fuese, no dejaríamos de engullirlas. El cambio de año se produce en medio de brindis, felicitaciones, besos por doquier y wasaps de toda clase e índole. Es el capítulo anterior a la resaca del primer día del año, que dará paso al segundo y a la ilusión de los Magos de Oriente y, tras su marcha, a la temida cuesta de enero.
Mi primera uva será pensando en las miles de personas que se encuentran en el paro, la mayoría mujeres y jóvenes, aunque cada vez más cincuentones se unen a la fatídica estadística de los demandantes de empleo. La segunda la tragaré con una maldición incluida a la corrupción y al fraude y la tercera, medio podrida, se la dedico a los políticos que estiran la mano más de lo que da el guante de la honradez.
Desconozco la velocidad que tendrán las campanadas este año, pero seguro que en la cuarta tendré tiempo para amargarme un poco con los problemas económicos que deberán afrontarse en 2018. Confío en que al llegar la quinta no me atragante, porque igual me toca ir al médico y tal y como están los recortes en la sanidad denunciados por los sindicatos y el personal, no sé yo...
El recuerdo a las personas más necesitadas estará presente en la sexta uva, con la esperanza de que la solidaridad de la sociedad actual sirva para minimizar este problema cada vez más palpable. Casi sin tiempo para digerir este drama llega la séptima campanada en la que pensaré que con una educación un poco mejor y más comprometida se podrían resolver muchos problemas que ahora nos acucian.
Con los carrillos llenos, me imagino una vida sin apreturas gracias a la calidad del empleo, aunque, a fuerza de ser sinceros, lo que prima en este momento es la precariedad y la inestabilidad y en la comarca arousana sabemos mucho de esto, quizá demasiado, lamentablemente.
La novena llega llena de pepitas, una metáfora del sufrimiento de los inmigrantes que arriesgan sus vidas en busca de un porvenir que a la hora de la verdad apenas les llega para subsistir.
Ya con la décima, casi sin poder más, me viene a la cabeza la amenaza terrorista internacional y lo que estamos haciendo mal para que haya personas dispuestas a inmolarse y matar sin miramientos por una idea, una venganza, un dios, o qué sé yo...
A estas alturas, uno ya hace cuentas sobre el ritmo del segundero del reloj y ya se responde al gong de forma automática para que salga a colación el tema machacón del conflicto catalán y todas sus derivadas.
Con la última, si se han hecho bien las cuentas y la capacidad bucal fue la adecuada, se sucederán las felicitaciones, que hago extensivas a todos ustedes para desearles un feliz y próspero año.
Indefectiblemente llega el momento del brindis, que yo haré con espumoso Rías Baixas, y en él apelo a que tengan salud y suerte y que poco a poco vayan tachando de su lista de preocupaciones los pensamientos que fueron aflorando a medida que se ingerían las uvas.
Queridos lectores, Feliz 2018.

Uvas con conciencia

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