Vestirse de seda

Bastó escuchar al acusado durante el primer día de juicio para que todos, incluida su defensa, tuviésemos claro que el jurado popular incluiría la alevosía en sus conclusiones para que su señoría dictase la primera sentencia de prisión permanente revisable para David Oubel por el vil asesinato de sus dos hijas en Moraña, hace ahora dos años. Dejando a un lado los impulsos, la impresión generalizada es que la condena es justa y merecida para un hombre que dejó escapar unas lágrimas mientras escuchaba lo que se le venía encima.
Declaró que se arrepentía y pedía perdón porque en un mal día, en un mal día dice, segó el brillo de dos luceros, pero qué quieren que les diga, vistos todos los antecedentes desde el fatídico día, no sé si a ustedes, pero a mí me da la sensación de que este hombre, en el marco de las circunstancias del caso, incluso consiguió su propósito de ser protagonista y pasar a la historia como el primer condenado en España a no salir de la cárcel mientras viva.
Su cuidada barba, el peinado, con media cabeza rapada y pelo suficiente para hacerse un pequeño moño en la parte de atrás, acompañado todo ello por un semblante serio y de caradura, me hacen pensar que este “look” no fue casual. Entiendo que quiso prepararse para la ocasión en los meses anteriores y presentarse en sociedad, porque sabía que iba a ser grabado y fotografiado, con una imagen que será recordada y archivada para emitir y reproducir siempre que se hable de la prisión permanente revisable en España.
David Oubel tenía poca defensa. Su abogado intentó urdir una estrategia pero él, que había guardado un misterioso y hasta desafiante silencio, se encargó de romper cualquier plan con la confesión de unos hechos que la evidencia de las pruebas corroboraba punto por punto. ¿Por qué?, pues para alimentar su ego siendo en primero en algo, aunque este algo sea vivir encarcelado para siempre.
Si quería dar una impresión de padre arrepentido y lleno de dolor no lo ha conseguido porque al menos yo he visto a un hombre sin piedad, frío, calculador y asesino. No solo acabó con la vida de unas niñas indefensas, sino que truncó las esperanzas y las ilusiones de muchas personas más. Comparto el veredicto del jurado y la sentencia de la sala y ahora solo deseo que se cumpla la condena en toda su extensión y, si puede ser, que David Oubel caiga en el olvido.
A ver si el paso del tiempo le despierta la conciencia y en lugar de sentirse protagonista cada vez que vea su imagen en la televisión o en los periódicos sienta la pena y la desazón que deja su terrible herencia y que ha conmocionado a España entera.
Entretanto tendrá tiempo para ampliar su catálogo de “looks” pero ya se sabe que aunque un asesino se vista de seda...

Vestirse de seda

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