Vetos, censuras y libertades

hace pocos días se celebraba el Día Mundial de la Libertad de Prensa, uno de los pilares del funcionamiento de las sociedades democráticas. La labor del periodista consiste, en esencia, en buscar la verdad de las cosas y contarlas al mundo. Por fortuna, vivimos en una sociedad libre en la que existe pluralidad y, generalmente, esta bendita profesión puede desarrollarse sin demasiados contratiempos, más allá de las responsabilidades propias del oficio y de las presiones más o menos fuertes que se puedan ejercer desde el exterior en un momento determinado
En este contexto es esencial diferenciar la información de la opinión para no caer en el error de las malas interpretaciones. Solo así pueden disiparse las dudas que el ciudadano pueda tener respecto a la doble intención o no de las noticias que se reciben y que después se publican y ahí están las trayectorias para que cada uno saque sus propias conclusiones y juzgar en base a los hechos.
De este modo, hay quien entiende a la Prensa en general como un medio en el que apoyarse para dar a conocer ideas y proyectos a la sociedad, para generar debates públicos, para establecer una agenda determinada y para analizar la actualidad, aunque siempre hay alguno que piensa que solo es neutral y necesaria cuando atiende a sus dictados, sin pensar que ante todo debe prevalecer el interés general, la libertad y el derecho a la información.
En este oficio de contar cosas siempre hay a quien no le gustan, y es lógico, por lo que tratará de revertir la situación a su favor, a través de los gobiernos de turno, las élites económicas correspondientes o los colectivos con más o menos poder de coerción que se puedan sentir aludidos.
A nivel local suceden situaciones similares pero, como es evidente, a menor escala. En este caso con el añadido de que quien aplaude ciertas informaciones críticas con el poder o con algún grupo político concreto, se molestan y se sienten insultados si se les aplica a ellos la misma vara de medir. Entonces, estos partidos, colectivos o sindicatos, pasan del estupor a la negación y de la elucubración al veto puro y duro a la libertad de información. La conclusión que se me ocurre en estos casos es aquella de que o hablas bien de mí o hago lo posible para cerrarte la boca, que también podría entenderse como censura.
Algunos de ustedes podrían pensar que es la derecha más reaccionaria la que alienta los boicots. Podría ser, pero generalmente tienen más encaje y saber estar que los que añoran los tiempos de las purgas y presumen de defender unas libertades que niegan al resto, es decir, a los que no comulgan con el pensamiento único, verdadero y puro. A estos mismos se les llena la boca de odio hablando de la corrupción de los demás, algo que toda la sociedad debe perseguir y condenar, pero que al mismo tiempo se empeñan en mantener estatus de representatividad buscando recovecos legales para tratar de burlar sentencias judiciales.
El tiempo es inexorable y la sociedad, que no deja de avanzar, pondrá a cada uno en su sitio. Dinamitar los puentes solo conduce a la división y la fractura lleva a la debilidad y la fragilidad camina hacia la resistencia estoica que, a su vez, abraza la radicalidad y cuando se llega al punto de conmigo o contra mí ya solo queda el veto, la censura y el combate contra quien defiende la libertad, la pluralidad, la democracia y el derecho a la información. 

Vetos, censuras y libertades

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