Manifestación por la independencia

No conozco en los dos últimos años ninguna independencia que se haya logrado a través de una manifestación. Las manifestaciones conciencian, caldean los ánimos, y pueden ser el prefacio de un conflicto que desemboque en una guerra de la Independencia, pero es muy difícil que, por muchas personas que salgan a la calle, se logre una independencia. La última en la Historia de España sucedió hace ya 209 años y no fue precedida de ninguna manifestación.
Tampoco es un objetivo que se pueda lograr a través de un contencioso-administrativo, como cuando te resistes a pagar una multa de tráfico, al menos yo no tengo noticias.
Con una manifestación de 800.000 personas los aragoneses lograron paralizar un trasvase del Ebro bastante problemático, y hecho deprisa y corriendo. Salieron a la calle más de la mitad del censo de Aragón, y el propio José María Aznar, a la sazón presidente del Gobierno, y sin fama de blando, se quedó bastante sorprendido. 
Pero si en lugar de pedir la paralización del trasvase del Ebro hubieran solicitado la independencia de Aragón, y en vez de 800.000 personas hubieran salido todos sus habitantes, a excepción de los enfermos que no suelen ir a las manifestaciones, ni Aznar, ni creo que nadie que estuviera al frente del Gobierno, hubiera dicho amén.
Parece que el nuevo mantra sobre la independencia se basa en el número de personas que vayan a la Diada, y que ese porcentaje va a ser clave. Desde mi punto de vista no me parece probable. Eso sí, puede ser bronca, violenta, e incluso con letales consecuencias para alguien, porque las estadísticas nos dicen que morir en una manifestación no constituye ninguna excepción. Espero que eso no suceda –escribo este artículo antes de la marcha–. Y que haga buen tiempo, porque las manifestaciones, como las procesiones, se deslucen mucho con la lluvia.

 

Manifestación por la independencia

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