Curro Jiménez

Televisión Española ha tenido el buen gusto de reponer éste verano “Curro Jiménez”, dando así un merecido descanso a “Verano Azul”. Gracias a ello, quienes no vieron en su día el “western” español pueden reparar en que, si bien el bandolerismo no es cosa de ahora, lo que diferencia a los ficticios Curro y el Estudiante de los bandidos reales del presente, es que aquellos eran personas honradas.
En efecto; la cuadrilla de Curro Jiménez estaría en las antípodas, en lo tocante a la decencia, de los políticos que en Valencia robaban los fondos destinados a socorro humanitario, de los que en Andalucía timaban a los parados, de los que en Madrid se volvían locos con los cohechos y las mordidas, de los que en Cataluña se llevaban comisiones hasta por toser.
Abonada al tópico legendario y trufada de anacronismos, la serie “Curro Jiménez” era, es, sin embargo, una buena serie que supo adornarse con lo mejor: actores, localizaciones, decorados, vestuario, guiones, fotografía, música, manejo de semovientes, atrezzo... Pintaba un tipo de bandolerismo que sólo ha existido en la leyenda, en la necesidad popular de algo valiente y benéfico en lucha contra los abusos y exacciones de un Estado casi siempre delincuencial y adverso. Hoy, lo más parecido a aquellos caballistas son los jueces. No la Justicia, lenta, caduca y sin recursos, sino los jueces. Sublime paradoja.

Curro Jiménez

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