Unas botellas de vino

Regalar por Navidad botellas de vino y otros presentes a Administraciones, suministradores y clientes distinguidos es –o era ante de la crisis-  práctica frecuente en el mundo de la empresa como gesto de relaciones públicas. Y admitida sin mayores problemas como uso social arraigado, ajeno al ámbito penal. Pero en la desmedida fiebre anticorrupción que brotó de unos años a esta parte, tales donaciones pasaron a ser objeto de denuncias, querellas  y procedimientos judiciales sin término si de políticos se trataba y, especialmente, si éstos respondían a las siglas del Partido Popular. 
    Ha tenido que venir nada menos que el Supremo para dejar dicho algo tan evidente como que tales regalos, si su cuantía no es excesiva, son socialmente aceptados,  carecen de entidad para influir en el ejercicio de la función pública, no muestran la relación causa/efecto exigida por el tipo penal, y no merecen, por tanto, la consideración de delito de cohecho impropio. 
Esto es lo que el alto Tribunal ha establecido en relación con la causa abierta en su día por la juez Pilar de Lara en contra del eurodiputado José Blanco y los senadores Barreiro y De las Heras como destinatarios que fueron de unas botellas de vino hechas llegar por el presidente del grupo Monbús, Raúl López. Es de suponer que cuando la situación del resto de acusados por los mismos hechos –una treintena- llegue a los Tribunales correspondientes, éstos se pronunciarán en la misma línea: el archivo de las causas. El TSXG ya ha procedido así.
Se trata del noveno sonoro varapalo que la magistrada de instrucción número uno de Lugo recibe de más altas instancias judiciales; una magistrada célebre por sus empecinamientos, por sus muchas operaciones  abiertas y por las pocas cerradas. En este caso había actuado en reiterada discrepancia con el ministerio fiscal. 
No sé, con todo, si estos procedimientos  sin a primera vista demasiado sentido ocupan poco o mucho a nuestros ya sobrecargados Tribunales. Al profano le llama la atención la aparente facilidad con que denuncias y querellas son admitidas a trámite y siguen su curso procesal. No obstante, lo que sí parece excesivo es lo que ocupan a instancias políticas y mediáticas. 
Como se recordará, en pleno fragor de la batalla, organismos varios se pusieron a dilucidar en qué cuantía una muestra de cortesía pasaba a convertirse en problema ético. Y los medios no se quedaron cortos. Decenas de páginas y emisiones hicieron relación pormenorizada de  las cajas casi botella por botella, con su denominación de origen, precio y destinatario. 
Demasiado ruido para tan pocas nueces. No ha sido la primera vez que el sistema mediático se deja llevar de nerviosismos políticos  y despropósitos judiciales que de lejos se ven venir. Sería bueno sacar conclusiones.
 

Unas botellas de vino

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