Inquietos sin Internet

Es cuestión recurrente: cómo adquirir y mantener hábitos de lectura en un ambiente dominado por la imagen, los videojuegos, los móviles y los ordenadores. Con ocasión del pasado Día de Libro, se la han vuelto a plantear entidades, profesores y familias. Parece preocupar de forma especial de cara a la gente menuda, aunque para algunos expertos la crisis de la lectura está en el mundo adulto; una crisis que pasa al infantil y juvenil por falta de referentes.
El hecho es que a buena parte de nuestros muchachos la lectura o les cansa,o les aburre o les resulta dificultosa para comprender el texto por la pobreza de vocabulario que padecen. En consecuencia se lee poco. Según conclusiones de la Asociación española de Comprensión lectora a raíz de la encuesta realizada entre algo más de tres mil docentes, la mayoría de las primeras etapas educativas, participantes en el congreso internacional sobre la materia, un 20 por ciento de los chicos no supera los cinco libros al año y un 10 por ciento, ninguno. Todos tienen un exceso de estímulos que no propician un clima adecuado para la concentración que requiere la actividad lectora.
Así, un 37 por ciento prefiere emplear el tiempo en otros entretenimientos, a un 14 por ciento no les gusta leer y un 12 por ciento declara no tener tiempo. Ocupaciones tienen muchas. Y preferentes. Así, en cuanto a la lectura por placer. Porque la lectura por obligación escolar todavía les resulta más trabajosa. Suelen argumentar que las temáticas no les son atractivas por muy amplia que sea la oferta que se les presente.
El informe PISA 2015 sobre el bienestar de los estudiantes que hace unos días presentó la OCDE señala, en efecto, que los estudiantes españoles hacen un uso excesivo de los ordenadores y de las redes sociales, mayor que la media de países desarrollados del mundo, lo que repercute directamente en su bienestar emocional y en su rendimiento académico, amén de que les provoca un alto nivel de ansiedad: siete de cada diez muchachos de en torno a los 15 años dicen, por ejemplo, sentirse “realmente mal” si no tienen conexión a Internet.
En términos generales, pasan cerca de tres horas diarias conectados cualquier día de la semana y más de tres y media los fines de semana. Estas son las medias, pero un 22 por ciento puede alcanzar en una jornada más de seis horas en la red; esto es, seis puntos por encima de la media de los setenta y dos países analizados.
A estos últimos la OCDE los llama “usuarios extremos”. Se distinguen también por participar menos en clase, llegar tarde con más probabilidad, faltar más y, por supuesto, sacar peores notas. En concreto, 35 puntos menos en las pruebas de Ciencias PISA 2015. Como para estar sólo preocupados.

Inquietos sin Internet

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