Sensación de impotencia

Después del dolor por los desaparecidos y la solidaridad con los familiares, lo más descorazonador que queda de atrocidades como la de Manchester es la sensación de impotencia; la impresión de que la guerra que el islamismo radical ha planteado va para largo; Hoy, aquí; mañana, allí. Es algo –dicen algunos- a lo que tenemos que acostumbrarnos durante un tiempo porque es más fácil llevarlo a cabo que evitarlo.
¿Pero habrá de ser necesariamente así, se preguntan –nos preguntamos- muchas gentes de a pie? ¿Hay que resignarse? ¿Habremos agotado los medios de los que una sociedad abierta pueda echar mano para perseguir e ir terminado con esta plaga criminal? Cuesta creer que no se pueda hacer más.
Gentes que pasan por enterados y que lo son aseguran, por ejemplo, que la colaboración entre los servicios de seguridad de diferentes países europeos y entre los existentes dentro de cada Estado deja mucho que desear. En realidad, al día siguiente de cualquiera de estas desgracias los responsables políticos de turno proclaman que se va a incrementar la cooperación, lo que demuestra que son conscientes de que el intercambio de información no es el deseable.
La parada del otro día de Trump en Bruselas estuvo marcada precisamente por esta cuestión, aunque la verdad es que en nada está ayudando a coordinar actuaciones, sino todo lo contrario la desconfianza generada en el seno de los servicios de inteligencia por compartir datos a la vista de las filtraciones de información clasificada que se están produciendo.
En tierras británicas, el impacto psicológico del atentado del martes ha sido enorme. Y no solo por el alto número de víctimas mortales y por el hecho de que no pocas de ellas hayan sido niños y adolescentes, sino porque han vuelto las bombas y ello sugiere un nivel mucho mayor de sofisticación y de organización.
Ello denota la eventual y no detectada presencia en el país de algún fabricante de explosivos, lo que significaría que en cualquier momento pudieran atacar de nuevo. Y ya van dos grandes golpes en un par de meses: primero en Londres y ahora en Manchester, lo que desautoriza en toda regla la amenaza de Theresa May en los albores del brexit de no colaborar en la lucha contra el terrorismo yihadista si las negociones para la desconexión no iban como ella quisiera.
También ha llamado la atención el que una vez más –al igual que en Bélgica, Francia y en otras latitudes– los archivos policiales tuvieran constancias del autor del atentado, pero que no fuera considerado como un peligroso inminente. Vistos tantos fallidos antecedentes, no sé si los anuncios de controles y detenciones de sospechosos no serán muchas veces más efectistas que efectivos y que en buena medida solo busquen el efecto psicológico de tranquilizar a la opinión pública.

Sensación de impotencia

Te puede interesar