Reportaje | Ribeira y las cosas del querer

Reportaje | Ribeira y las cosas del querer
Manuel Ruiz exhibió en el debate sobre el topónimo de la ciudad una camiseta con el nombre y un corazón para fusionar la “b” y “v”

“Lo nuestro tiene que ser, aunque entre el uno y el otro levanten una pared. Son las cosas de la vida, son las cosas del querer, no tienen fin ni principio ni tien cómo ni por qué”. Así reza el estribillo de la canción que interpretaron en 1989 Ángela Molina y Manuel Bandera en la película “Las cosas del querer” de Jaime Chávarri. Y eso es lo que podría pensarse de la corporación municipal de Ribeira cuando el alcalde, al igual que hacen los futbolistas para enviar un mensaje tras marcar un gol, descubrió la camiseta blanca que llevaba debajo de su camisa, y en la que se podía verse el nombre de la ciudad con un símbolo de un corazón, además de los colores de la bandera en su interior, haciendo que figurasen la “v” y la “b” a la vez gracias a esa figura. Podía entenderse como invitación al consenso y, así, evitar la polémica, como en otros asuntos sometidos a debate en esa sesión. Pero nada más lejos de la realidad, pues los grupos políticos ribeirenses mantuvieron posturas muy enfrentadas, con una pared levantada entre unos y que finalmente se iba a imponer el “no tiene que ser”.

Lo cierto es que la polémica estaba servida desde que se divulgó la propuesta conjunta de BNG, PSOE y Ciudadanos, obligando a que el Concello cumpla la ley utilizando el topónimo con “b”, para lo que presentó sus argumentos. Pero, estos últimos no parecieron convencer al resto de los concejales, a excepción de los no adscritos Asier Casais y María José Brión. Rosa García y Juan Manuel Reiriz (IPdeR) y Lola Elorduy se adhirieron a la enmienda de sustitución del PP, que salió adelante por un voto de diferencia. Se acordó que “ante as evidencias existentes en relación ao uso maioritario do topónimo de Riveira con v alomenos desde o século XVII, incluido as sucesivas corporacións locais que sempre o adoptaron como nome oficial, e ante a non demostración fidedigna de que este uso maioritario se debe a un proceso de deturpación ou castelanización, o Concello encargue un estudo sobre as posibles causas que conduciron a este uso maioritario”. Y se señala que si ese estudio -el alcalde anunció que será riguroso, y no el que haga un único lingüista- acredite que el vocablo con “v” no se debe a ningún proceso de deturpación, “o Concello solicite da Xunta que o nome oficial da nosa cidade, do noso Concello e do noso termo municipal sexa Riveira con v”. En caso contrario, el Ayuntamiento aceptará y aplicará Ribeira con “b”. 
Aunque lo del corazón en el nombre de Ribeira pudo ser un detalle que pasase desapercibido en un primer momento, Manuel Ruiz se encargó de que no fuese así, al indicar en su turno de intervención que “nunca ningún ribeirense discutiu polo seu nome, por iso levo este corazón aquí.. A min me vale igual os que escriben con “b” ou “v”, pero eu estou defendendo que eses homes no ano 1986 tiveron un acordo por ampla maioría que dicía que para cambiarnos o nome o mínimo que tiñan que facer é escoitarnos”. Y añadió que Ribeira merece ese estudio “que en ningún momento quixeron facer nin ter, e son teorías”, pero precisó que el corazón que exhibió es para que cada uno sienta y escriba Ribeira “como lle pete”. Ruiz dijo que fueron los castellanos los que deturparon el nombre de la ciudad y les pidieron que no lo escribieran con “v”, después de que los ribeirenses de 1600 y 1700 decidieran que fuese así, puntualizando que “non lle facemos ningún mal a ninguén, nin ao galego”. 

El alcalde agregó que BNG y PSOE utilizaban hace una década el nombre de la ciudad con “v”, incluso para pedir el voto, pero cambiaron debido a que o uso da “v” está muriendo, porque en los últimos 40 años se lleva escribiendo con “b”. Y les dijo a los defensores de la moción que nunca hubo una batalla lingüística como la que ellos iniciaron cuando no les gustaron los letreros que se pusieron hace un mes en dos rotondas. El frentista Luis Pérez Barral advirtió a los que no respalden el cumplimiento de la ley que pueden estar ante un caso de prevaricación administrativa, lo que algunos entendieron como una “amenaza".

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