Reportaje | Cálago desentierra una pulsera de bronce de 2.000 años

Reportaje | Cálago desentierra una pulsera de bronce de 2.000 años
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La torre de Cálago, al fondo, corona la planicie donde trabajan los arqueólogos. El campanario es el único vestigio del monasterio medieval que nadie recuerda pero que sitúa a Vilanova de Arousa en los mapas y en los códices desde el siglo VIII. Un lugar con historia, que ocultaba una todavía más antigua. Pero ya bajo tierra. 
“Hemos confirmado la ley de Murphy”. Francisco Alonso es uno de los que opera en el yacimiento. Señala un hueco en el que aparecen, sorprendentemente a pocos centímetros del nivel actual, los muros de mampostería que conforman la planta cuadrangular de una estructura de, al menos, dos mil años. Es un castro. Pero un castro “moderno”, cuadrado. Aquellos adoptados por los pobladores autóctonos tras trabar contacto con la avanzada arquitectura romana, que daba ángulos en lugar de círculos a sus tabiques para poder coronar la casa con tejas, en lugar de con paja y barro. 
Por ello, toda esta zona excavada está llena de trozos de teja. Teja romana. 
Habla Alonso de la mala fortuna del equipo porque el año pasado, en esta misma zona, no habían encontrado nada. La cata hecha entonces fue practicada a apenas diez centímetros de donde se escondía este tesoro. Fue como jugar a hundir la flota. Y salió agua. 
Por ello este año se guiaron por los ecos reflejados previamente en un georradar. Y decidieron probar fortuna más lejos. Ya no en la croa del castro, sino en la terraza, en la parte más nueva del asentamiento, la que, dejando atrás la torre-campanario, se acerca al actual cementerio. 
Allí había más ecos, pero tampoco salieron los castros que tanto esperaban. Apareció justo lo contrario a una construcción, lo que los arqueólogos llaman “estructuras negativas”: Zanjas y pozos. Uno de ellos, relleno hasta la médula de conchas y huesos: El conchero del castro. El basurero de la Edad del Hierro; el perfecto estudio hoy de la dieta de los antiguos. 
Después de realizar hasta tres catas en esta terraza y a pesar de aparecer fragmentos cerámicos y otras estructuras menores, el hambre de toparse con otras construcciones varió el programa y llevó al equipo de nuevo a la croa. Otra vez a la vista del campanario. 

El tesoro de Cálago 
Allí fue donde localizaron el castro romanizado, pero también otro más antiguo, de planta circular, el tradicional más extendido por Galicia, aunque este de un tamaño “excepcional”. 
Pero no era esa la única sorpresa que aguardaba bajo tierra. Ni tan siquiera los “centenares” de fragmentos de cerámica, no solamente teja, también de vajillas y demás enseres, incluyendo terra sigillatas, de producción típicamente romana en lo que hoy es La Rioja. Algo que, indudablemente, prueba el comercio en Vilanova ya en la época. No. La mayor sorpresa fue la mostrada ayer con celo: Dos objetos de bronce, uno desconocido todavía, otro: Una pulsera, en la tradicional forma de torque que, todavía sin restaurar, sugiere ya un sutil ornato por grabado.
Mario César Vila, director de la excavación, detallaba este miércoles que el trabajo de laboratorio comienza ahora que termina el de campo. Restos del conchero serán analizados por expertos en la Universidad de León. Los adornos serán limpiados, conservados y datados, al igual que las piezas de cerámica. Y comenzará el trabajo de estudio para ver dónde se excavará en la tercera fase. Porque la habrá. Será en verano del próximo año, tal fue el compromiso ratificado ayer por el alcalde, Gonzalo Durán, a pie de yacimiento. 
Mientras, la excavación será parcialmente cerrada, para conservar los elementos revelados. En algunos puntos se echará tierra de nuevo; en otros, geotextil, para continuar en verano. El tapado comenzará el lunes, pero quienes quieran ver estos ecos del pasado de Cálago están a tiempo. El domingo, a las 12 horas junto a la torre, sale la última visita. Será  guiada y también gratuita.

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