Nos quedan sus libros

sí, estoy desolada. Tanto que no encuentro las palabras para rendir homenaje a quién ha sido el mejor de los escritores españoles contemporáneos. Temo que cualquier palabra resulte manida a la hora de rendir homenaje a Javier Marias, un hombre que caminó por la vida con la modestia elegante de quienes son de verdad grandes.


Javier Marías se ha ido. Pienso en lo absurda que es la vida si hay un final, irremediable, que nos arroja al abismo de la muerte. En otras culturas la muerte es un paso más de la vida, pero en la nuestra, quizá por la educación judeo-cristiana, tememos a la muerte aún cuando la intentamos ignorar o refugiarnos en la creencia de la Nada.


El nuestro es un país cicatero y sobre todo entre los que mueven los hilos de la cultura, ya que a nadie se le ocurrió premiar a Javier Marías con el Cervantes. No digo ya fuera de nuestras fronteras donde el nombre de Javier Marías siempre aparecía entre los favoritos para recibir el Premio Nobel. Puede que incluso, si le hubieran ofrecido cualquiera de estos premios lo hubiera rechazado, como rechazó otros muchos a lo largo de su vida. En realidad a Javier Marías tanto le daban los premios porque su talento, inteligencia, sensibilidad, estaban muy por encima de cualquier vanidad aunque era nada menos que el Rey del Reino de Redonda. Un reino literario al que generosamente me invitó a formar parte nombrándome Duquesa de los Navíos, el mayor honor que puedo tener en mi vida.


No sé qué les contarán sobre Javier Marías a los niños y adolescentes que ya se han incorporado a las aulas, pero yo añadiría que además de ser el mejor escritor contemporáneo, cuyo nombre está escrito con letras mayúsculas en la Historia de la Literatura, era sobre todo un hombre libre.


Eso lo saben bien quienes han venido leyendo sus artículos publicados en periódicos durante las últimas décadas. No se casaba con nadie y criticaba a derecha e izquierda con argumentos demoledores. Su pluma era como un florete con el que se batía con elegancia a sus adversarios. Muchos de los que, desde estamentos políticos y oficiales, dicen lamentar su pérdida, recibieron aguijones precisos a través de sus palabras sabias e independientes.


La suya, fue una vida marcada por el exilio de su familia: Su padre, Julián Marías, republicano, sufrió cárcel y fue expulsado de la Universidad por negarse a jurar los principios generales del Movimiento.


Polemista imbatible, crítico con el poder y por tanto políticamente incorrecto, cosmopolita, escritor que solo se parecía a sí mismo, cálido y tímido, elegante en su proceder, escribía sus novelas en una “Olivetti”.


No hay mejor manera de acercarse a él para intuir, aunque sea una ráfaga de lo que fue, que la lectura de sus 16 novelas e innumerables artículos.


Que la tierra le sea leve al Rey de Redonda. 

Nos quedan sus libros

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