Ostensible silencio

Era casi imposible pero, sentados ante el televisor, muchos españoles esperaron en vano que el Rey Felipe VI hiciera alguna mención a la situación de su padre, el emérito. Frente a su intachable trayectoria, la sombra de Juan Carlos, y los tejemanejes de sus cuentas bancarias en paraísos fiscales, proyecta una imagen que daña la institución y trasmite un aire de pesadumbre en el actual Jefe del Estado. No debe ser fácil mantener a un padre en el exilio.


El discurso de Navidad, en un escenario sobrio, sólo con dos fotos detrás y cuadros modernos, resaltaba la seriedad de su rostro, parco en gestos. Comenzó con el consabido recuerdo a las victimas de tantos percances como han acontecido en este año, el segundo de la pandemia y el de la erupción de la Palma. 


También hizo mención a la necesaria ejemplaridad de los responsables de las instituciones; fórmula indirecta para referirse, no tanto a una clase política que vive estos días las conclusiones de la comisión parlamentaria de investigación de caso Kitchen, como a su padre. Era una forma de decir: no volverá a suceder.


También llamó la atención su apelación al diálogo y el consenso en un mundo, harto complicado, donde las soluciones deben contar con el mayor respaldo. Seguramente, ni en Moncloa, ni en las sedes de los partidos de la oposición, se darán por aludidos. Pero metidos de lleno en la sexta ola del maldito virus, con los contagios disparados, otra vez unas Navidades atípicas y un crecimiento económico que remolonea, los españoles están, sobre todo, hartos de la bronca política. Desapegados de un Parlamento convertido en un ring de frases malsonantes. Solo los actores sociales, sindicatos y patronal, han dado ejemplo, esta misma semana, logrando un acuerdo para reformar la legislación laboral.


El resto del discurso fue un intento de levantar la moral a una ciudadanía que sabe cansada. Por eso recalcó tanto el papel de Europa, los fondos que van a llegar de la UE y la oportunidad de que bien empleados suponen para el crecimiento.


Frente al optimismo desmesurado de Pedro Sánchez, quien no dudó en afirmar que estamos mucho mejor que hace un año, al mismo tiempo que los sanitarios denuncian el riesgo de colapso de la Sanidad Pública, Felipe VI hizo una apelación a “actuar con la mayor responsabilidad individual y colectiva”. Pero, las aglomeraciones de estos días, demuestran que los ciudadanos no están dispuestos a suplir la inacción de los gobernantes. Los primeros los jóvenes que tienen las mayores tasas de contagios.


El discurso navideño dejó el poso de un hombre consternado. Reflejo, al fin, de la sociedad española.

Ostensible silencio

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