Teresa, la víctima

Teresa era una niña de 14 años que estaba en un centro tutelado por la Generalitat Valenciana de la que abusó sexualmente Luis Ramírez Icardi, educador en ese centro en 2016. Este sujeto fue condenado a cinco años de cárcel y entonces era el marido de Mónica Oltra, vicepresidenta y consejera de Igualdad, de la que dependía el centro de acogida.


La señora Oltra declarará como imputada por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana el 6 de julio por “una serie de indicios de presunto encubrimiento de abusos sexuales de su marido a una menor tutelada” que su consellería debió proteger. La Sala sospecha de la posible existencia de un “acuerdo” entre la consejera y varios funcionarios “para proteger a su entonces pareja o la carrera política de la aforada”. De hecho, el juzgado tiene imputados a 13 funcionarios del centro y altos cargos del departamento que dirigía Oltra, presuntos encubridores del caso.


El relato de los hechos es estremecedor. Teresa tenía miedo a hablar porque su abusador “era el marido de una mujer importante” y cuando pudo denunciar, los cooperadores del encubrimiento ejercieron tortura psicológica sobre ella. Llegaron a hacer una instrucción parajudicial para desacreditarla y hasta consiguieron que fuera llevada al juzgado ¡esposada!, lo que horrorizó a la juez que ordenó quitaran las esposas a la víctima.


Muchos adolescentes internados en estos centros proceden de familias destrozadas o desestructuradas, nunca recibieron una palabra amable, ni un gesto de cariño y llegan en una situación de extrema vulnerabilidad. Eso lo saben individuos desalmados y sin escrúpulos, como Ramírez Icardi, que se aprovechó de su prevalencia sobre la menor para cometer los abusos sexuales. Cuando preguntaron a Teresa, ahora mayor de edad, “qué había perdido”, contesto: “la infancia, toda mi infancia”. Un horror.


Avergüenza que la señora Oltra se negara a dimitir después de ser imputada vulnerado el código ético que ella fijó para Camps y Rita Barberá y alegando que “¡tenía que defender la democracia del fascismo!”; avergüenza el apoyo de su partido Compromís con Joan Baldoví a la cabeza que da lecciones de moral en el Congreso; y escandaliza qué las abanderadas del feminismo Irene Montero, Belarra y Yolanda Díaz (gran visión la suya al incluir a Ada Colau y Oltra en su proyecto Sumar) elogiaron la dimisión de la valenciana -“yo sí te creo, hermana Mónica”- y no tuvieran una palabra de defensa de la niña agredida sexualmente.


Es proverbial la bondad de doña Concepción Arenal, pero presiento que al agresor de Teresa no le aplicaría su sentencia “odia al delito y compadece al delincuente”. Seguro que compadecería antes a la víctima.

Teresa, la víctima

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