Julio Bocca se siente feliz ayudando a las nuevas promesas de la danza

Julio Bocca se siente feliz ayudando a las nuevas promesas de la danza

En tres meses se cumplirá una década desde que Julio Bocca se retiró de los escenarios tras recorrer al mundo como bailarín profesional. Ahora, con 50 años, reconoce estar “feliz” ayudando a las nuevas promesas de la danza y siente que es momento de exprimir la vida dedicándose el tiempo que nunca tuvo.

“Aspiro a seguir disfrutando de lo que amo, que es la danza, mi pareja, poder tener mis tiempos y acomodarme a la necesidad de lo que tenga ganas de hacer en ese momento”, cuenta a Efe en Buenos Aires este argentino universal, que en diciembre dejará de dirigir el Ballet Nacional de Uruguay tras siete años en el cargo.

El 31 de agosto, lo que corría como rumor acabó por confirmarse. El coreógrafo renunció a continuar al frente de la compañía uruguaya para iniciar una etapa en la que poder desprenderse de responsabilidades que requieren gran dedicación para estar “más conectado” con los bailarines y ya de paso, consigo mismo.

“Cuando uno dirige a veces es muy difícil, y más en países donde la burocracia lleva a que tienes que estar en muchos lados para que todo funcione al ritmo de trabajo que uno quiere y debemos hacer para estar dentro del mundo”, reconoce Bocca, que desde 2018 seguirá ligado como maestro al ballet del país vecino.

Convencido de que siempre se propuso y así lo seguirá haciendo que la compañía esté entre las diez mejores del mundo, asume que “uno a veces tiene que saber dar un paso al costado” para que alguien joven con la “energía” que él tenía al comienzo pueda continuar.

“Necesitaba un tiempo para mí. Simplemente ir, hacer mi trabajo, transmitir y tratar de sacar lo máximo de cada bailarín”, añade quien fuera niño prodigo de la danza, que ingresó en la Compañía de Ballet de Cámara del Teatro Colón de Buenos Aires en 1981, con apenas 14 años.

Su renuncia al cargo dio lugar en la prensa uruguaya a todo tipo de especulaciones, “chusmeríos” que el coreógrafo asume no hacen bien a la imagen de la compañía conseguida en estos años, cuando la imagen, a su juicio, “es lo más necesario para poder seguir avanzando”.

“Problemas en todos los lados siempre hay. Y si hay, siempre se solucionan internamente. Fueron siete años muy lindos hermosos pero al mismo tiempo muy duros”, sentencia.

“Siempre hice mi trabajo, lo que a mí me gustaba. Amo la danza y siempre luché para que esto fuera como tiene que estar. Uno quiere ver cuando se levanta un telón que todo esté perfecto y que los bailarines estén en forma física y técnica, sean artistas y realmente hagan lo que la coreografía requiere”, añade.

Y es que su experiencia viene de lejos. En 1985, cumplida la mayoría de edad, ganó la medalla de oro en el concurso internacional de danza de Moscú y en 1990 creó su propia compañía, el Ballet Argentino.

Entre sus hitos como bailarín, fue artista invitado en el Royal Ballet de Londres, el Bolshoi de Moscú, el Kirov de Leningrado y Alla Scala de Milán o la Zarzuela de Madrid, hasta que en 2007, a los 40 años, se retiró como bailarín profesional en un espectáculo en el centro de Buenos Aires presenciado por 300.000 personas.

“Siempre traté de no meterme en líos. Tampoco voy a decir que fui un santo. Me he divertido y lo he pasado genial”, afirma con una sonrisa de oreja a oreja quien ahora, con la distancia del tiempo, tiene claro que no habría estirado su vida encima de un escenario.

“Estoy muy feliz en la posición que estoy. También quiero disfrutar mi vida, mi espacio, mi pareja... quiero poder hacer otras cosas y para eso necesitas un tiempo”, argumenta el exbailarín, agradecido por el cariño y respeto de la gente, que sigue sintiendo “vivo”.

No obstante, el año que viene ya tiene la agenda lista: desde participar en un intercambio de maestros en el Colón de Buenos Aires, invitado por la bailarina Paloma Herrera -directora del Ballet Estable de la emblemática sala- hasta viajes a Estados Unidos y China.

“Tengo posibilidades y montón de cosas para hacer pero quiero darme un tiempo y seguir trabajando como maestro en Uruguay. Y dentro de todo lo que pueda seguir ayudando lo voy a hacer”, remata.

Todo ello sin olvidar lo que ya planea y que ahora podrá cumplir: “Vivir... ir a la playa, hacerme un crucero.... Hay tantas cosas que tengo ganas de hacer...”.

Julio Bocca se siente feliz ayudando a las nuevas promesas de la danza

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