Amor de platino en Carracedo

Amor de platino en Carracedo
maría garcía gonzález y maximino fariña sanmiguel, en su vivienda en el lugar de as cortiñas, en carracedo gonzalo salgado

Hace hoy 65 años se producía en As Cortiñas (Carracedo) uno de los enlaces más duraderos de la parroquia. María García González, que suma 86 años, y Maximino Fariña Sanmiguel, que en marzo cumplirá los 90, se prometían amor eterno en la misma vivienda en la que todavía residen. Ella vestida de negro —era “tendencia” en la época—, sin flores, anillos ni toda la parafernalia que adorna las bodas de hoy en día: “Todo era unha miseria”. Pero sí había grandes dosis de cariño, el mismo que aún hoy se percibe cuando se entrecruzan sus miradas. “Matamos dous carneiros e xa non me acordo se comemos algo máis. Xoubas non habiamos de facer...”, recuerda Maximino entre carcajadas sobre el día de su casamiento, que tuvo como únicos invitados a sus familiares más allegados.

“matamos dous carneiros” para celebrar su boda, con la novia vestida de negro, sin anillos, flores ni adornos. “Era unha miseria”


el domingo reunirán ala familia para festejar las bodas de platino con una misa y una comida en
su casa de as cortiñas

El de Maximino es un carácter de lo más dicharachero. No ha perdido ni un ápice de su simpatía y retranca con el paso de los años. “Gústalle a música e as festas”, todo lo contrario que a su mujer, que prefiere la tranquilidad y la televisión. “Libro de Familia” y “Saber y ganar” la tienen enganchada por las tardes. “Son completamente distintos”, confirma Dolores, una de sus dos hijas. “Cando había que ir ás festas, sempre lle doía a cabeza (a María), pero eu non ía a gardárlle duelo”, se ríe Maximino, natural de la aldea de Fieitoxo. Ella replica: “Pero eu nunca lle dixen que non fora”. Esa capacidad para saber ceder y complementarse a pesar de su diferente carácter ha conseguido mantener viva su unión hasta hoy. María recuerda como, en una ocasión, su padre la abroncó tras discutir con su marido. “Tranquilo, que agora xa non escapa para Fieitoxo”, le espetó ella. Y es que la suya es una historia en la que podrían mirarse muchos recién casados si quieren descubrir el secreto para no acabar en divorcio. “Agora hai moito vicio. Discuten e iso xa lles chega para separarse”.

Vecinos de la misma parroquia, María y Maximino no eran unos desconocidos el uno para el otro cuando se prometieron. Él ya le había echado el ojo. “Tiña bo tipo”, dice de la joven María. Una noche “viña cun prato de rixóns da casa dunha tía —cuenta la mujer— e, ao chegar ao portal encontreino a el. Díxenlle: ‘Pero ti que fas aquí?’”, y ese mismo día se convirtieron en novios. Eso sí, como con las cosas de comer no se juega, “os rixóns non llos dei, aínda que tivera boa gaña deles”. Un año después llegó la boda. Y hasta hoy... Un aniversario que María, Maximino y su familia no pasarán por alto. El domingo una treintena de personas se reunirán para asistir a una misa cantada en la iglesia de Santa Mariña y para disfrutar de un banquete en honor a los “novios”. Allí estarán sus dos hijas, Dolores y Anuncia; sus cuatro nietos y sus dos bisnietas, la más pequeña con apenas dos meses de vida, la “mayor” con tres añitos que la han convertido en la reina de la casa, un soplo de aire fresco y alegría cada vez que divierte a los bisabuelos con sus bailes y canciones. En la celebración tampoco faltarán los sobrinos de la pareja, alguno llegado desde Madrid. Donde se notará la evolución será en el menú. Nada que ver con aquel banquete nupcial a base de carneiro. “Agora haberá marisco. Se pos peixe, escusas chamar a ninguén que xa non entran pola porta para dentro”, comenta con sorna Maximino.

 

sus años mozos

A punto de convertirse en nonagenario, Maximino Fariña no solo recuerda los acontecimientos que rodearon su boda con María sino también sus duros años de juventud. A pesar de lo dramático de algunas situaciones, lo cuenta con tal desparpajo y socarronería que uno no puede sino esbozar una sonrisa. “Eramos oito irmáns e comiamos todos da mesma fonte. Patacas e auga”, recalca, porque “bacallau non había”. La “miseria” era “grandísima. Dormiamos catro nunha habitación que non tiña luz e o colchón da cama era de palla”. Dentro de lo que cabe, su familia era afortunada. “Tiñamos pan, outros non o tiñan e pasaban fame”. También criaban “un ou dous porcos ao ano. Daquela non había colesterol, nin ácido úrico”, se ríe.

Los estudios eran para “os ricos. Non había con que pagalos. Eu só ía ao colexio tres veces á semana. O resto dos días tiña que ir coas vacas ou ao toxo”. Trabajo y más trabajo sería un buen resumen de aquellos tiempos. Trabajo y rectitud. “A escola era como a mili” y “se facías algún dano, o castigo eran paos”.

A sus 89 años de vida, Maximino ha superado dos operaciones y todavía tiene fuerzas para “podar e atar a viña” o “pañar toxo”, entre otras actividades. “Aquí (en casa) acábaseme a paciencia. Teño que saír á eira, que sempre hai algo que facer”. También sobrevivió a un tiroteo en la mili, en los Pirineos gerundenses. “Un día tivemos que saír con armamento. Íamos polo monte adiante, non se vía nada”, y comenzaron a tirotearlos. No era el enemigo, ni mucho menos. “Eran da mesma compañía, un sarxento andaluz que estaba borracho” y lo confundió con un maqui. Una pierna rota y metralla incrustada en los huesos fueron el resultado del percance. “Estiven 70 días coa perna colgada”.

Tampoco fueron fáciles los tiempos mozos para su mujer, que desde los cuatro años se crió con su abuela y después con una tía que “era como miña nai”. Poco pisó la escuela. “Ía á leira e ao muíño de auga co saco ao lombo”. Recuerda una tarde en la que “un diluvio” la dejó aislada durante horas en el molino sin que nadie acudiese a su rescate. “Cando cheguei á casa estaban Maximino e meu pai á beira da lareira. ‘Habiades morrer todos xuntos’”, les recriminó. Y es que “a vida é unha historia”, concluye Maximino. Razón no le falta.

 

Amor de platino en Carracedo

Te puede interesar