Reportaje | “Un señor me dijo que no me metiera en el agua, que estaba muy fría”

Reportaje | “Un señor me dijo que no me metiera en el agua, que estaba muy fría”
Efectivos policiales y de emergencias en el punto donde se produjo el accidente | cedida


Era un domingo cualquiera y Olesya Kanevska se dirigía a comprar el pan a la de Eugenio. Vio a una mujer mirando al mar, con un cubo en la mano. “No estaba haciendo nada, solo miraba”, cuenta. Por alguna extraña razón, aquello le llamó la atención.
A la vuelta, la mujer ya no estaba y sobre el mar le pareció ver una gaviota. Pero al ir acercándose a la playa de Portugalete se fijó en que no era un pájaro, sino una persona, la que yacía sobre las aguas.
Su reacción fue tan rápida y sensata que cuesta creer que se trata de una chica de tan solo 21 años. Lo primero que hizo fue llamar al número de emergencias. Desde allí le dieron indicaciones sobre lo qué tenía que hacer y se fue acercando desde el Paseo hasta la playa, saltando el desnivel existente.
“Un señor me dijo que no me metiera en el agua, que estaba muy fría”, recuerda todavía sorprendida. A Olesya le impresionó la visión de la mujer inconsciente con los ojos abiertos, pero lo que no podrá sacarse de la cabeza es la impotencia que sintió cuando vio “a gente que pasaba por allí, miraba, y seguía andando”.
Sola y con una sola mano (la otra estaba al teléfono) intentó llevar a tierra el cuerpo empapado de la mujer. “La arrastré como pude”, recuerda. Hasta que llegaron más brazos y todo se hizo un poco más fácil. Otro joven colaboró en el rescate. “Empezó a presionarle el pecho para que sacara el agua y después la pusimos de lado”, explica la joven ucraniana. Al otro lado del hilo telefónico, las instrucciones iban surgiendo efecto.
La mujer, A.G.P., de 68 años, recuperó la consciencia y fue trasladada al Hospital do Salnés. Desde allí la derivaron en la tarde del domingo al Hospital de Montecelo, donde continúa ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos. Los efectivos médicos y policiales desplazados al punto destacaron la rápida intervención de los jóvenes que auxiliaron.
Fue cuando llegó a casa cuando Olesya “desinfló”. “Estaba en shock, me eché a llorar”, reconoce, mientras le quita importancia a su gesto. “No creo que sea para salir en el periódico”, apunta, pero accede a hacerlo para concienciar a la gente sobre la importancia de no pasar de largo en un momento así. Y echar una mano, siempre que se pueda.
Huella imborrable
Ya más tranquila, Olesya se encontraba ayer en Pontevedra, donde estudia Comunicación Audiovisual. En Carril vive con su madre y su hermano. Su sueño es llegar a ser guionista, y hasta tiene editado un poemario. Una polifacética joven que siente que lo que vivió el domingo es algo que “nunca podré olvidar". l

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